Extraños invitados
El jueves pasado, mientras la atención de Colombia se concentraba en Oslo y en la instalación formal de la segunda fase del proceso de negociación que podría llevar a la terminación de la confrontación armada entre el Estado y la guerrilla de las Farc, se renovaba en Nueva York la composición del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Según lo establece la Carta de San Francisco, la Asamblea General eligió 5 miembros no permanentes que servirán en el Consejo por dos años, entre 2013 y 2014.
Argentina, Australia, Ruanda, Corea del Sur y Luxemburgo entrarán el próximo 1 de enero a formar parte del más importante órgano de la ONU, en cuyas manos reposa el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales. Los dos primeros son ya veteranos miembros no permanentes del Consejo (Argentina lo ha sido en nueve ocasiones y Australia en cuatro), mientras que Ruanda y Corea del Sur lo serán apenas por segunda vez, y Luxemburgo es el debutante del grupo.
La elección de los miembros no permanentes del Consejo no obedece a ninguna lógica ni racionalidad particular. Hay una distribución geográfica, pero no representativa, de los puestos; y nunca -a pesar de lo dicho en su momento a propósito de la elección de Colombia para el periodo 2011-2012- refleja algún tipo de “reconocimiento” o “exaltación” de los méritos o logros del país elegido. Pero la elección de Ruanda resulta un verdadero despropósito.
En efecto: días antes de la elección se filtró un informe confidencial elaborado por un grupo de expertos de la ONU, que entre otros hallazgos reveló que tanto el ministro de defensa, James Kabarebe, como el jefe de las FF.MM. de Ruanda, Charles Kayonga, comandan y dirigen las actividades armadas del M23, un grupo rebelde que opera en la conflictiva región de Kivú Norte, en la República Democrática del Congo, y que recibe apoyo también del régimen de Museveni en Uganda. El M23 es responsable de varios ataques a cascos azules, y algunos de sus cabecillas son requeridos por la Corte Penal Internacional. De ahí que la elección de Ruanda al Consejo de Seguridad parezca, cuando menos, un chiste de mal gusto.
También lo es, por supuesto, que Arabia Saudita y Cuba sean miembros del Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Pero qué se le va a hacer. Las instituciones internacionales están llenas de extraños invitados. Lo milagroso es que a pesar de ellos, de sus limitaciones estructurales, y contra todo pronóstico, de vez en cuando, funcionan.
*Analista y profesor de Relaciones Internacionales