ANDRÉS MOLANO ROJAS* | El Nuevo Siglo
Domingo, 31 de Julio de 2011

Primíparos internacionalistas


“Algunos inician sus estudios en medio de tremenda confusión”


COMIENZA  un nuevo semestre y las universidades vuelven a la vida. Nada es tan deprimente como una universidad o un colegio durante vacaciones; y nada parece tan lleno de esperanza y de expectativas como los salones repletos de primíparos, de jóvenes que en la mayoría de los casos acaban de tomar la primera decisión verdaderamente adulta de su vida: la de elegir la carrera en la que van a adelantar sus estudios profesionales.


Algunos de ellos optan por estudiar relaciones internacionales. Presumiblemente, lo hacen con absoluta libertad: a diferencia de carreras como medicina o derecho, resulta difícil imaginar a los padres, tíos o abuelos de algún joven presionándolo para que se convierta en internacionalista. Casi todos, eso sí, tienen que hacer un esfuerzo importante para explicar en sus casas (y en sus propias conciencias) las razones de su elección y las expectativas que la acompañan. Por ejemplo, aclarando que al graduarse no serán “relacionistas internacionales” sino profesionales en relaciones internacionales; y que a pesar del intenso vínculo que hay entre ambos conocimientos, un internacionalista no es un experto en derecho internacional (de la misma manera que un experto en derecho internacional no lo es tampoco, automáticamente, en relaciones internacionales).


Algunos inician sus estudios en medio de tremenda confusión. Unas estudian relaciones internacionales porque quieren “luchar contra el hambre en el mundo”. Unos porque esperan “conocer muchas culturas y modos de vida de la gente”. Otros porque “en la globalización es importante saber cosas de todo el mundo y hablar varios idiomas”. Unos cuantos porque quieren “hacer negocios a escala internacional”. Y, finalmente, también hay quienes lo hacen porque aún no saben realmente lo que quieren (“puede ser derecho o ingeniería”), y algo tienen que hacer mientras tanto.


Por lo tanto, la tarea de los profesores de los primíparos internacionalistas no es fácil. A veces implica ayudarles a los estudiantes a darse cuenta de que están en el lugar equivocado y de que su vocación es una muy distinta.  Casi siempre supone hacerlos aterrizar en el mundo real de la política internacional, donde descubren que las cosas no son como deberían ser, y donde la lógica de los principios se combina de muy diversas y enredadas formas con la lógica de los intereses.


Pero al mismo tiempo es un verdadero privilegio verlos años después, antiguos alumnos convertidos en colegas, explicando el mundo mejor de lo que uno jamás llegó a hacerlo en ninguna de sus clases. 

*Analista y profesor de Relaciones Internacionales