¿QUÉ HACER?
Con Venezuela
Colombia no puede permanecer indiferente frente a la grave situación que atraviesa Venezuela como consecuencia de la “guerra económica” que el régimen de Maduro viene librando contra su propio pueblo, que padece estoicamente desabastecimiento, inflación, devaluación, escasez de divisas, y el triste desaprovechamiento de la que quizá haya sido la mayor bonanza petrolera de la historia. Tampoco puede soslayar el “golpe de Estado” y la consecuente crisis política que ese mismo régimen viene provocando al abolir el Estado de Derecho, la separación de poderes, las libertades políticas, los derechos económicos, al criminalizar la acción política y la deliberación democrática, al capturar la judicatura, y al imponer a los venezolanos, de facto, un estado de excepción permanente.
Pero ello no significa que Colombia sea responsable de la suerte y el destino de Venezuela, ni que el Gobierno Nacional, inspirado en un abstracto dogmatismo, deba intervenir en la compleja coyuntura que vive el vecino país. Es imperativo sopesar los intereses de Colombia y de los colombianos: en primer lugar, de los habitantes de la frontera y de quienes viven legal o ilegalmente en Venezuela, cuyas vidas cotidianas podrían verse gravemente afectadas con una retaliación indiscriminada y abusiva del régimen de Maduro.
Antes que una actuación unilateral, que le obligaría a asumir todos los costos y que además reforzaría la lógica del enemigo y la conspiración exterior -siempre favorable a regímenes como el de Maduro- Colombia, si es el caso, debe optar por una estrategia de aproximación indirecta, con suficiente apalancamiento multilateral (con la participación esencial de actores como Brasil y, ¿por qué no?, también Cuba), promoviendo, por ejemplo, la creación de un “grupo de contacto” para Venezuela. Todo ello, al margen de Unasur y de su flamante secretario general, que con su impudicia habitual ha anunciado ya su intención de apersonarse en Caracas para “despolarizar” la situación, como si no hubiera dado ya suficientes muestras de su afinidad y su obsecuencia con Maduro.
Colombia no debe tampoco dilapidar en este momento recursos que serán mucho más necesarios, pertinentes y útiles en el futuro, en el momento en que se produzca el cambio de régimen y la transición en Venezuela. En ese escenario podrá jugar un papel más constructivo: como facilitador, como mediador o garante del que será un proceso de complejas transacciones y compromisos entre las partes. Es importante que los colombianos que claman contra el “silencio cómplice de Santos” lo entiendan. Y que también lo entienda, ojalá, la oposición democrática venezolana.
*Analista y profesor de Relaciones Internacionales