Geopolítica de la ansiedad
“Hubo un tiempo cuando los estudiantes de asuntos internacionales pasaban por alto la importancia de las emociones (…) Se partía del supuesto de que los Estados y los gobiernos actuaban racionalmente. Había que dejar de lado las emociones, pues ellas introducían cierta irracionalidad adicional en un mundo que ya de por sí se encontraba en un estado natural de desorden”. Ese tiempo, como bien empezó a intuirlo en 2006 el analista francés Dominique Moïsi, ha llegado a su fin. Los grandes acontecimientos y procesos de la política internacional parecen no obedecer ya al primado de la razón sino al imperio de las emociones. (Acaso siempre haya sido así. Pero nunca había sido tan evidente y con implicaciones tan profundas).
Miedo, esperanza y humillación son, según Moïsi, las tres emociones que definen la geopolítica del siglo XXI. Todas tienen que ver con la confianza, “que es el factor determinante de la forma en que las naciones y los pueblos encaran los retos con que se topan y se relacionan entre sí”. Cuando se pierde la confianza, reina el miedo. Cuando abunda la confianza, hay esperanza. Ser humillado es ser despojado de la confianza a la que se tiene legítimamente derecho.
Fueron las emociones las que han determinaron el resultado del referendo sobre la permanencia de Gran Bretaña en la Unión Europea, y las que explotan con éxito los euroescépticos y los nacionalistas en países como Francia, Hungría y Alemania. Son las emociones las que impulsan a los combatientes extranjeros que engrosan las huestes yihadistas, y las que inspiran a los lobos solitarios que actúan en nombre del Estado Islámico en distintos lugares del mundo. Son las emociones las que fracturan las sociedades frente a la inmigración y los derechos de las minorías. Y es emocional el catalizador de las movilizaciones sociales contra la inequidad y la corrupción. Acaso serán las emociones las que decidan la suerte del proceso de paz entre el Gobierno colombiano y la guerrilla de las Farc.
Como consecuencia del miedo, la esperanza o la humillación (o de su combinación, sólo en apariencia contradictoria), el mundo experimenta hoy día una enorme ansiedad. La ansiedad transforma el miedo en temeridad, la esperanza en frustración, la humillación en insaciable voluntad de revancha.
Ese es quizá el dato fundamental de la política contemporánea, tanto al interior de las naciones como en la escena internacional. No es fácil desentrañar su sentido. Pero no hacerlo correctamente conduce a callejones sin salida, por los que retroceder después resulta virtualmente imposible. +++
*Analista y profesor de Relaciones Internacionales