PROBLEMA COMPLEJO
Memoria y reconciliación
Muy oportuno resultó el II Foro Colombo-Alemán “Reconciliación, Responsabilidad y Memoria: Experiencias Alemanas y Perspectivas Colombianas”, celebrado la semana anterior con ocasión de la fiesta nacional de Alemania. No solo porque Colombia tiene aún la esperanza de alcanzar un acuerdo para la terminación del conflicto armado con las Farc, sino porque la construcción de una paz estable y duradera dependerá de la capacidad que tengan las instituciones y la sociedad en general de procesar el pasado (que aún es, tristemente, presente) de violencia y confrontación, y de construir un modelo de reconciliación que permita pasar la página, guardar la memoria de lo ocurrido, y proyectarse colectivamente, de una forma distinta, hacia el porvenir.
El de la reconciliación es un problema complejo. Tanto, que es prácticamente imposible abordarlo sin emplear un lenguaje casi teológico. Quizá nadie lo ha planteado mejor que J. L Borges en aquellos versos de “Cristo en la cruz” (uno de los retratos más humanos de Cristo jamás escritos): “Nos ha dejado espléndidas metáforas / y una doctrina del perdón/ que puede anular el pasado”. Naturalmente, no se trata de anular, como tal, el pasado; de la amnesia total -como la que Enrique IV de Francia quiso imponer en el Edicto de Nantes en 1598-. Pero por otro lado, la reconciliación no puede tener como base la revancha ad infinitum, ni la hipermnesia. La reconciliación requiere reconocerse (cada uno a sí mismo, y todos recíprocamente) en el pasado, e incorporar -en el sentido de asimilar, pero también de hacer manifiesto- el recuerdo de lo ocurrido, para que no vuelva a suceder.
En ese contexto, la memoria -la historia- se articula con la justicia transicional -que es una justicia excepcional e imperfecta, para situaciones igualmente excepcionales e imperfectas de desgarramiento del tejido social-, a fin de compensar limitaciones de la verdad judicial-procesal, siempre precaria. Es otra razón por la cual el debate sobre cómo construirla resulta tan importante.
Es un error creer que habrá en el futuro una sola memoria del conflicto, una historia oficial. Ello no sólo es imposible, sino indeseable. La monotonía conduce a la “mi(s)tificación” de la memoria. La polifonía, en cambio, le da fluidez, permite su constante actualización, proporciona válvulas de escape a la tensión existente entre la expectativa de las víctimas y las exigencias sociales y políticas de la reconciliación, y ayuda a resolver la aparente aporía resultante del hecho de que todo acto de la memoria es forzosamente selectivo, de lo cual deriva buena parte de su fuerza terapéutica.
*Analista y profesor de Relaciones Internacionales