ANDRÉS MOLANO ROJAS* | El Nuevo Siglo
Lunes, 25 de Agosto de 2014

Un mundo sin líderes

 

Se atribuye a Louis Beam, un supremacista blanco estadounidense, el mérito de haber dado forma conceptual a la estrategia insurgente conocida como “resistencia no dirigida”. Esta supone desafiar al Estado y a las instituciones mediante ataques planificados y ejecutados por células o individuos sin vínculo directo con ninguna estructura organizacional, que deciden por sí mismos -sin sujetarse a una hoja de ruta articulada previamente establecida- cuándo, cómo y dónde atacar; autosuficientes en términos de recursos; y conectados entre sí solamente por la unidad de propósito y la convergencia ideológica.  Sujetos como Timothy McVeigh (responsable del atentado de Oklahoma en 1995, en el que murieron 168 personas), pero también los yihadistas en Siria o Irak, así como la acción de algunos terroristas suicidas palestinos, dan cuenta del uso cada vez más extendido de esta estrategia, que compensa limitaciones y debilidades propias de la acción insurgente de grupos centralizados y jerarquizados.

Pero la desaparición del “liderazgo” no es rasgo exclusivo de manifestaciones contemporáneas del terrorismo. Ocurre por igual no sólo en otras formas de insurgencia a escala global, sino también en movimientos sociales (¿quién lideraba acaso a los indignados españoles del 15 de marzo de 2011? ¿O quién dirigía la acción directa de Occupy Wall Street?).  Y ocurre, de un modo tan inédito como preocupante, en la arena política internacional.

¿Quién lidera el mundo hoy día?  Hace unos años, al fragor de la crisis en Libia, se volvió recurrente la expresión “leading from behind” para describir (y criticar) el estilo de liderazgo internacional de la administración Obama. Recientemente, en The New York Times, el periodista alemán Clemens Wergin se preguntaba si EE.UU. tiene aún la voluntad de tomar la iniciativa, de hacer lo que (presumiblemente) sólo una potencia de su envergadura, con los recursos que le son más propios, puede y tiene que hacer. En efecto: las potencias tradicionales parecen agotadas, y menos seguras de su rol en el mundo. Las potencias emergentes tienen algo de emergentes, algo de potencias, y poco o casi nada de liderazgo. El vacío de poder es aprovechado por toda suerte de oportunistas y mercenarios. Un mundo sin líderes es más vulnerable a las crisis, más propenso a la anomia, más incierto y por lo tanto, peligroso. Y así como en la resistencia sin líderes cada cual hace lo que quiere, en un mundo sin líderes no queda otra alternativa para nadie, sino salvarse (quizá) de cualquier modo.

*Analista y profesor de Relaciones Internacionales