Años 14
El próximo sábado se conmemoran los cien años del asesinato del archiduque Francisco Fernando -heredero de la corona austro-húngara- en Sarajevo. El magnicidio, perpetrado por un terrorista de origen bosnio con la colaboración de algunos sectores radicales serbios, sirvió como detonante para la “Guerra Civil Europea”. Muy pronto, la que hubiera podido ser simplemente otra de las guerras balcánicas, pasó a convertirse en uno de los más devastadores conflictos armados de la historia de la humanidad. La “guerra entre primos” (pues eso eran Jorge V de Gran Bretaña, el káiser Guillermo II y el zar Nicolás II, descendientes de la reina Victoria) arrastró consigo a todo el mundo y liquidó el orden mundial conocido como “Concierto Europeo” establecido en Viena, luego de la derrota de Napoleón Bonaparte.
Muchos han insistido en comparar el escenario internacional contemporáneo con el de 1914. Entonces como hoy, el mundo se encontraba en un estado “de rápida fusión y transformación”. Potencias emergentes -unas más revisionistas que otras- empezaban a reclamar un lugar propio y más protagónico, y a cuestionar los fundamentos con los que Metternich, Talleyrand, Castelreagh y Nesselrode habían establecido “la paz perpetua” cien años atrás. En algunos lugares del mundo confluyen y solapan intereses geopolíticos contrapuestos de distintas potencias, y eso los hace -tal como ocurrió con los Balcanes- sumamente volátiles. La “pesadilla de las coaliciones” que desvelaba a Bismarck y que finalmente le dio a la Gran Guerra su alcance mundial, ha vuelto a ser una posibilidad -a juicio de algunos expertos- en regiones como Asia-Pacífico.
Pero quizá sea más oportuno, en este tiempo de conmemoración, evocar no solamente el mundo de 1914-1919, sino también el de 1814: el del Congreso de Viena junto con el período que va del magnicidio en Sarajevo a la Paz de Versalles. Tal como lo ha señalado Parag Khanna en The American Interest, “Tomados conjuntamente, 1814 y 1919 nos recuerdan que aún buscamos un arreglo global en el que haya espacio para Estados grandes y pequeños, un arreglo que los vincule a todos en un sistema suficientemente flexible para recompensar el esfuerzo y suficientemente restringido para disipar la envidia, el miedo y la violencia”.
Y en efecto, dado que “la paz no garantiza su propia continuidad; la legitimidad del orden (internacional) sí”, debería dedicarse más tiempo, más liderazgo y más recursos a construir ese nuevo orden, para sacar al mundo del limbo en que se encuentra, tal como lo hicieron los arquitectos de 100 años de paz en el Congreso de Viena.
*Analista y profesor de Relaciones Internacionales