Juicio al pasado
Hay una forma fácil de evadir la responsabilidad por el presente: atribuirla al pasado. Enjuiciar a la historia es más cómodo -y da más réditos políticos- que afrontar los desafíos que plantea el porvenir. Señalar culpables es más sencillo que encontrar soluciones, y además proporciona la justificación perfecta para no hacer nada y aplazar indefinidamente el futuro, mientras se reclama la responsabilidad ajena y se elude la propia, atribuyendo males actuales al legado heredado de otros, antes que a la propia negligencia en remediarlos.
Los 15 Estados de la Comunidad del Caribe (Caricom) acaban de aprobar, en una reunión celebrada en San Vicente y las Granadinas, una ambiciosa agenda de 10 puntos orientada a obtener de media docena de naciones europeas una “compensación integral” por tres siglos de esclavitud. La hoja de ruta ha sido diseñada por la firma inglesa de abogados Leigh Day & Co., uno de cuyos socios, Martyn Day, afirma que éstas tienen “una responsabilidad moral, política y legal” con sus clientes por el tráfico de esclavos y sus secuelas (desde el subdesarrollo hasta la carencia de museos y la hipertensión y otros problemas de salud). En consecuencia, aspiran a obtener una reparación (aún no cuantificada, acaso incuantificable) incluso por vía judicial ante la Corte Internacional de Justicia.
El plan de acción de Leigh Day & Co. comienza exigiendo una disculpa de parte de Europa “pues hasta ahora han emitido declaraciones de arrepentimiento, pero ningún país se ha disculpado”. Pero va más allá: la repatriación de quienes quieran regresar a África, estrategias de desarrollo para las poblaciones nativas víctimas de “genocidio”, la implementación de programas educativos especiales, planes integrales de salud pública, erradicación del analfabetismo, medidas para reestablecer los lazos con África, terapias psicológicas para superar el “trauma de la esclavitud”, transferencia de tecnología, y obviamente, “apoyo para el pago de la deuda interna y la condonación de la deuda externa” con el fin de superar “el caos del colonialismo”.
Mejor dicho: los gobiernos caribeños se ceban en el mito -tremendamente “occidental” y ciertamente “colonialista”- del “buen salvaje” y el “paraíso perdido”, para reprochar el tráfico de esclavos (del que se lucraron y aprovecharon políticamente también algunos reyezuelos africanos, mercaderes árabes, y tribus nativas americanas), para justificar una situación que, a estas alturas y al cabo de millones de dólares en ayuda al desarrollo y tratamientos comerciales preferenciales, es sobre todo responsabilidad suya, de tal suerte que, si la iniciativa no prospera, otra vez será culpa de Europa. Y de la historia.
*Analista y profesor de Relaciones Internacionales