Líneas rojas
Parece que las “líneas rojas”están de moda. En una reciente entrevista concedida al diario español El País, el presidente Juan Manuel Santos señalólo siguiente, refiriéndose implícitamente a ciertas aspiraciones maximalistas de las Farc en la mesa de negociación y a disposición de su gobierno a aceptar una paz a cualquier precio: “Yo tengo mis líneas rojas, yo séquése puede ceder y quéno se puede ceder desde un principio y desde ahíno me mueve nadie”. Por esos días también, y al fragor de los acontecimientos ocurridos en Siria, el presidente Obama a su vez declaróque la utilización de armas químicas por parte del régimen de Bachar Al Assad implicaría cruzar una “línea roja”, y por lo tanto, alteraría los cálculos de los que depende una eventual intervención estadounidense en ese país.
También Israel ha marcado las suyas, no sólo frente al acceso de Hezboláa misiles provenientes de Rusia o de Irán, sino frente al programa nuclear de este último. ¿Quién no recuerda el dibujo exhibido por Netanyahu en septiembre del año pasado ante la Asamblea General de la ONU, en el que él mismo -marcador en mano- trazóla línea roja que señalaba el punto más alládel cual la capacidad de Teherán de tener bombas atómicas sería irreversible? Todos tienen sus líneas rojas: China frente a Taiwán, Seúl frente a Pyongyang, Rajoy frente a Mas.
Pero hay que tener cuidado con las líneas rojas. Hay que saber muy bien cuándo y dónde se marcan; de quélado queda uno al hacerlo; quésentido tienen y para quése trazan. Pero sobre todo, hay que ser conscientes de la posibilidad de haberse apresurado, de haber quedado encerrado y confinado por ellas, de que las acabe cruzando quien uno menos espera y de la forma más inopinada. Pasa con ellas como con casi todo en la actividad política, tanto en el plano interno como en el de la política exterior: hay que hacer sólo lo estrictamente necesario, sólo lo que es posible. No lo que se debe, ni lo que se quiere o lo que sería deseable. O asumir estoicamente los costos y las consecuencias.
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N.B. La semana anterior deja dos estupendas noticias. Por un lado, la condena en Guatemala al exdictador Ríos Montt. Por el otro, las declaraciones de Evo Morales, “desmoralizado”por la forma en que las empresas nacionalizadas acaban en la quiebra por la inadecuada gestión de los trabajadores. Ojalátodas las semanas fueran asíde generosas.
*Analista y profesor de Relaciones Internacionales