Alfonso Orduz Duarte | El Nuevo Siglo
Sábado, 2 de Enero de 2016

A TRAVÉS DEL TEODOLITO

Reflexiones fin de año

“Abuelos, más sensibles a progresos de los nietos”

 

Nada existe en forma absoluta. En tanto que nosotros como miembros o habitantes del mundo occidental estamos conmemorando un año más en la cuentas del calendario gregoriano puesto en práctica para reemplazar al calendario juliano vigente desde el 366 AC. Substituido por el Papa Gregorio XII en la segunda mitad del siglo XVI, es un calendario universalmente aceptado basado en las observaciones solares. En tanto los judíos en este año 2015 están en el 5776 de su era, contada a partir del Génesis del Mundo que según su tradición en términos del calendario gregoriano es el 7 de octubre del año 3760 AC. Para ellos esa fecha es el punto 0.  Para ellos la celebración o conmemoración del nuevo año o cambio de año, es una fecha, dentro del calendario gregoriano que es variable, pues tiene que ver con el registro de los meses que está ligados no al sol sino a la luna.

 

En el calendario árabe, el  año 0 coincide con la huida de Mahoma de la Meca hacia Medina, que en términos del calendario gregoriano sucedió en  el año 622 de la era que nosotros conocemos o con la cual estamos familiarizados hace 1437 años. Si la celebración del cambio de año fuera simultánea, que no lo es, los judíos estarían pasando del año 5776 al 5778, en tanto que los musulmanes estarían pasando del año 1437 al 1438.   En otras palabras, si de ellos se apoderara un sentimiento de análisis de lo sucedido en el año que se está despidiendo y buenos propósitos para el que se inicia, estarían como nosotros o alegres o tristes o indiferentes o de todo un poquito. Pero como nada de esto es posible, los sentimientos y propósitos nuestros son de una naturaleza tal que tienen que ver con las creencias religiosas del cristianismo y dentro de éste con las distintas vertientes en el cual se divide.

 

Todas las anteriores lucubraciones me las inspiró el sentimiento de abuelo del cual estoy imbuido desde hace ya más de veinte años.  El ser abuelo no es una invención como la que le preocupa al distinguido columnista de El Tiempo, Moisés Wasserman, quien en un delicioso artículo se devana los sesos y bucea en el mar de sus vastos conocimientos históricos ante la pregunta sobre que alguien le formulara para saber quien descubrió a los abuelos. Posiblemente los avances de la ciencia así como en la preservación de la salud han aumentado la edad promedia de permanencia del ser humano en este globo terráqueo. Es una razón por la cual el registro de los abuelos como tales no es frecuente y no es muy abundante. Lo cierto es que hoy por hoy el abuelazgo, así como tiene las propiedades y las características que señala Moisés, la experiencia personal es que cuando estuve ante la perspectiva de ser abuelo debo confesar que me dio “jartera.” No sé la razón, pero posiblemente se originó en la identificación de esta situación con la de una persona de avanzada edad,  a lo cual me resistía. Naturalmente esta “jartera” me duró hasta que conocí al primero. De ahí para adelante espero una aceptable calificación los nietos y sus padres. Lo más notable es que el abuelo, a medida que pasan los años, es mucho más consciente de los avances de ellos en todos los sentidos. La circunstancia de no tener que verlos todos los días, como a los propios hijos, hace al abuelo mucho sensible a los progresos de los nietos.