ALFONSO ORDUZ DUARTE | El Nuevo Siglo
Sábado, 25 de Enero de 2014

¿Habrán pensando en todo?

 

Quienes  tuvimos la fortuna de tener que permanecer en Bogotá en la época de vacaciones de fin de año, particularmente a partir del 25 de diciembre y tal vez hasta el 6 de enero, por la emigración de bogotanos que hicieron de la capital una ciudad menos congestionada, pudimos disfrutar de una metrópoli con todas las ventajas de serlo, pero sin las desventajas de muchísima gente y lo que es quizás más llevadero, con una movilización de automotores notoriamente menor a lo que durante el resto del año tenemos que soportar.

Según las estadísticas, el número de vehículos automotores en términos del número de habitantes, es muy inferior a otras grandes ciudades. En otras capitales del mundo, que por la población son comparables con Bogotá, el número de vehículos por habitantes, es muy inferior al que se acusa aquí. En ellas no es que no haya muchos vehículos, quizás en lo que nos aventajan es en la calidad de las vías por las cuales circulan. En Ciudad de México y Buenos Aires, sin mencionar a Londres, París o Madrid, el número de vehículos en términos de la población es muy superior al de nuestra querida capital. La gran diferencia es que tienen vías mucho mejores que las nuestras; no solamente por la calidad de las mismas, sino por su diseño urbanístico.

Nos pasó lo que a los padres de familia que o por falta de previsión o por falta de recursos  le compran la ropa a los niños y previendo un crecimiento menos rápido, a la vuelta de poco tiempo se les queda chiquita. A nosotros se nos quedaron chiquitas las vías.  ¿Será que carecemos de la capacidad de pensar en el más allá?  Una manifestación fue el  gran debate que se armó cuando Jorge Leyva, siendo Ministro de Obras Públicas planteó la construcción de la llamada en esa época Autopista del Norte; contra viento y marea se hizo. Ha prestado un magnífico servicio pero se nos quedó pequeña.  La Avenida Caracas, que ha sido construida de a poquitos, también ha podido ser de mayor capacidad. Hoy está completamente saturada. Y así se podrá seguir enumerando vías que han podido ser de mayor y mejor capacidad; podría pensarse lo que sería si no existieran estas vías con las deficiencias que se les puedan achacar y naturalmente sería el tránsito infinitamente más caótico de lo que es hoy en día.

Hay que reconocer que Peñalosa fue un buen alcalde; ¿qué tal Bogotá sin el Transmilenio a pesar de los defectos que se le achaquen?  Nos impuso el pico y placa para tratar de aliviar nuestras penurias de transporte. Ahora nuestro inefable Petro pretende levantar la restricción de circulación a los vehículos que transiten con más de tres pasajeros. La idea no es despreciable, si hubiera tenido en cuenta algunos aspectos que gravitan para que se cumpla. Si viviéramos en la Arcadia de la antigua Grecia en donde todo el mundo era bueno, bien podría quien sale de su casa en su automóvil y observa a un peatón esperando transporte, invitarlo. Pero si esa hipótesis fuera válida ¿qué hará el conductor cuando llegue a la zona libre de pico y placa y sus pasajeros se bajen y se despidan?  Para seguir circulando le tocará ofrecer los servicios para no hacerse acreedor a la multa. ¿Se quedarán entonces quietos los taxistas a quienes les puede surgir una competencia no deseada?  ¿Habrán pensado en esto?