Conservatismo respetable
QUIEN es conservador aquí y en todas partes, lo es porque cree en unos principios inmanentes de respeto. Creencia que tiene que ver con todo el mundo que lo rodea. Si estamos convencidos de ello quienes por naturaleza así pensamos y actuamos, o por lo menos tratamos de actuar así, con las fallas y errores propios de la condición humana, no tenemos alternativa diferente de ser conservadores. Los principios del conservatismo lo constituyen básicamente tres valores, la autoridad, la lealtad y la tradición. Así es como “condena todo acto contra el orden constitucional, la legalidad, la moral, la libertad, la igualdad, la tolerancia, la propiedad, la seguridad y la civilización”, como dijera José Eusebio Caro.
La autoridad proviene de Dios y le es conferida a los mortales por diferentes medios; uno de ellos es la expresión libre y soberana de quienes son los gobernados. Le debe el ciudadano respeto a la autoridad, sin que por ello su capacidad de opinar sobre la manera como es gobernado quede menguada. Opinar no significa faltarle al respeto a quien gobierna. Por eso es que el conservador es enemigo de las vías de hecho y mal puede dentro de ese contexto estar de acuerdo con la guerrilla, fenómeno que estamos viviendo hace mucho y ahora estamos en el proceso de traerlos al redil, pero no se dejan.
El presidente Santos está tratando de que la paz regrese a la mente de los compatriotas y depongan las armas quienes por ese medio han querido transformar la vida de la nación. Así lo han tratado de hacer gobernantes anteriores: convencer a los guerrilleros de que por esa vía no logran cambiar la vida nacional. Este período de medio siglo que ha llenado de dolor y sangre a la nación, que por esa vía desea la obtención de reivindicaciones, bienestar, educación, salud, en fin, bienes materiales, morales y éticos que hagan la vida colombiana satisfactoria y digna de ser vivida, está mandado a recoger. Los dejó el tren.
La rendija de luz que se ha vislumbrado en las conversaciones de La Habana nos permitía, hasta el asesinato de quince soldados en esta semana que acaba de pasar. Esta tragedia en medio de las conversaciones les ha arrugado el alma a todos los colombianos de bien. La capacidad dialéctica de los guerrilleros, de los que están en La Habana, tendrá que esforzarse muchísimo para cargar con estos crímenes que están lejos de ser una manifestación que ayude en el proceso de las conversaciones. Mala respuesta a la suspensión de los bombardeos que ya se levantó, afortunadamente.
El conservatismo, respetuoso como es de la autoridad, en tanto que ésta sea digna, debe acompañar al presidente Santos, pero no puede dejar de manifestarse en la forma que lo encuentre más conveniente. El pensamiento conservador, inspirado en principios claros y terminantes debe estar presente para dejar su impronta, como siempre lo ha hecho a lo largo de la historia nacional.