Alejandra Fierro Valbuena, Phd | El Nuevo Siglo
Sábado, 25 de Octubre de 2014

Imaginario frustrado

Nuevamente sufrimos en Bogotá las consecuencias nefastas de una ciudadanía a todas luces frustrada. Los hechos que han tenido lugar esta semana con motivo del paro de transportadores son reflejo de lo que caracteriza hoy por hoy el imaginario social de nuestra ciudad. El marco de acción y los presupuestos que las orientan han quedado atrapados por un desprecio profundo a todo lo institucional y por lo tanto a una actitud pesimista y negativa en lo que al progreso de la ciudad respecta.

Para desplegar nuestra condición de ciudadanos necesitamos espacios y actitudes particulares que permitan e impulsen el ejercicio de las responsabilidades y derechos que nos corresponden. Es claro que sin unos presupuestos de acción que despejen el camino y que nos inviten a pensar y vivir la ciudad de modo vinculante, no contamos con el imaginario social adecuado para ejercer como ciudadanos. En una ciudad en la cual no hay pautas de orientación para el ejercicio de la ciudadanía y donde están cada vez más restringidos los canales de comunicación entre ciudadanos es comprensible que surjan situaciones sociales como las que hemos presenciado recientemente. Frente al cansancio social hay dos caminos: un esfuerzo racional y consciente que impulse nuevos cambios, o un tremendo caos, fruto del abandono y la desidia.

Todos los bogotanos somos conscientes de la crítica situación que atraviesa la ciudad. Tanto en movilidad como en seguridad y convivencia, hemos retrocedido en un grado casi increíble si nos comparamos con lo que, en otros momentos fuimos capaces de alcanzar  en términos de cultura ciudadana. La pregunta que surge sin duda es ¿por qué no podemos conseguir ese progreso social de nuevo? La incógnita aumenta cuando nos preguntamos ¿por qué somos capaces de actos de vandalismo frente a bienes que pertenecen a todos? Transmilenio y los buses de transporte público han cumplido el triste  papel de “chivo expiatorio”. Aun cuando es claro que el problema no está en estos bienes de servicio sino en el desorden administrativo y la falta de planeación, la rabia que encierra una frustración tan grande como la que carga Bogotá se desfoga de modo irracional contra la instancia que está más expuesta.

Estos actos de vandalismo motivados y llevados a cabo no por individuos imputables, sino por una especie de inconsciente colectivo en el cual no es posible distinguir actos racionales, continuará siendo el escenario que enfrente Bogotá, si no se toman medidas urgentes al respecto.

La educación ciudadana debe ser la prioridad. Sin actos de conciencia que permitan adquirir sentido de pertenencia y responsabilidad frente al otro, no conseguiremos cambiar el rumbo de la ciudad. Desafortunada o afortunadamente, este proceso no depende de chispazos o iluminaciones en el momento de liderar la ciudad, como hace unos años se viene gobernando, sino que exige un trabajo profundo y constante que consiga calar en el imaginario ciudadano para que el cambio nazca en los ciudadanos mismos y por fin la ciudad prospere como se merece. Con un liderazgo adecuado y una orientación clara hacia la cultura ciudadana le será posible a Bogotá salir de ésta. El requisito imprescindible  -y últimamente muy esquivo- es creer que lo conseguiremos.

@alejafierro