La violencia de la tolerancia
Estos días hemos podido presenciar, con horror, los actos violentos que se han llevado a cabo en Estados Unidos (dentro de muchos otros que tienen lugar en la esfera oculta a los medios de comunicación). La consternación del mundo es total. El temor invade la vida de los acomodados ciudadanos que trabajan honestamente por una mejor calidad de vida. No es seguro salir a las calles, ni siquiera a hacer deporte.
Este panorama parece contradictorio en un mundo que se enorgullece del grado de tolerancia y comprensión que ha alcanzado. Las banderas del reconocimiento de la libertad de derechos sigue siendo la que impulsa la mayor cantidad de iniciativas políticas y sociales en los países influyentes y, es a su vez, la que va penetrando poco a poco las mentalidades de los países subdesarrollados que están bajo sus influjos.
Al parecer, el anhelado sueño de la conquista de la individualidad y por ende, de la libertad misma, sigue vigente ideológica y políticamente. Sin embargo, los crudos hechos de violencia que se registran cada vez con más frecuencia, parecen enviar un mensaje de todo contrario.
Bajo el rótulo del libre desarrollo de la personalidad se han colado miles de manifestaciones que desdicen con fuerza de la condición humana misma. Más allá de si el hombre es o no bueno por naturaleza, la historia ha sido testigo de las inmensas capacidades que posee la especie humana y de los miles de desvíos en los que es capaz de desembocar. Al fin de cuentas se trata de una potencia inmensa, que puede ser desarrollada positiva o negativamente, en dimensiones muy profundas. La pregunta entonces es, si un escenario en el cual se le ofrece al ser humano un espacio para hacer una propuesta, la que sea, sin ningún tipo de mediación social moral que le dé directriz, es el propicio para que de aquel ser salga un tesoro. ¿No será más bien un escenario perfecto para la creación monstruosa?
La violencia que se vive hoy por hoy viene del cultivo de los nichos interiores que hemos abierto en la sociedad para que cada cual desarrolle con libertad su personalidad. Nichos poblados de videojuegos violentos, ansias de poder, consumo desmedido, modelos viciados, que no dan otra alternativa que la total rebelión contra el mundo y contra sí mismo. Las nuevas generaciones crecen esperando encontrar en su esfera interior una fuente de recursos que les haga feliz, pues se les dice que esta esfera debe ser respetada y tolerada por encima de todo. Sin embargo, lo que está dentro pocas veces contiene aquello que se está buscando y queda como recurso reivindicar un producto interior que poco o nada tiene de valioso. Exigir tolerancia a las propuestas individuales es legítimo si el individuo mismo ha cultivado su interioridad y tiene algo que ofrecer. Pero andar reivindicando cualquier tipo de propuesta, incluso cunado la motivación del individuo es el odio y el rencor, sólo ha permitido introducir a la sociedad, nuevos tipos de violencia, cada vez más cruel y retorcida, pues proviene de un mundo interior deteriorado y consumido, fruto del ideal de la conquista de la libertad que está destinado a fracasar.