Alejandra Fierro Valbuena, PhD | El Nuevo Siglo
Jueves, 16 de Julio de 2015

Criticismo extremo

 

Siempre he creído que la actitud crítica es la fuente de la creatividad y la herramienta más efectiva para mantenerse en el propio sitio y no ser víctima de engaños y las falacias tan propias del mundo de hoy. Sin embargo, el grado de crítica tiene que medirse a partir de la acción que permita. La crítica supone detenerse, hacer una pausa y tomar distancia, para entender, analizar y emitir un juicio. Pero cuando esta pausa se prolonga e impide la acción, el ejercicio crítico desaparece para dar pie a una simple criticadera.

La tendencia hipercrítica de los colombianos puede ser una de las causas mas fuertes de la imposibilidad de progreso. Utilizamos los espacios de opinión no para desplegar con argumentos una postura específica, sino que nos empeñamos en encontrar en el otro el motivo para desbaratar del todo su postura. Esta actitud, tan presente particularmente en medios de comunicación impide una actitud abierta y comprensiva.

Hemos confundido “no estar de acuerdo” con “lo que no es mío, no vale”. Estas dos posturas tienen una raíz muy distinta. Mientras la primera se apoya en el legítimo ejercicio de la razón y en el reconocimiento de la multiplicidad de perspectivas desde las cuales se aprehende la realidad, la segunda surge del mezquino individualismo que por temor, en la mayoría de los casos, no se atreve a contemplar al otro y a reconocer la diversidad propia de los seres humanos. Esta postura extrema cierra la posibilidad de diálogo y comprensión.

En Colombia no somos críticos; somos, más bien, tan miedosos y desconfiados que en lugar de acercarnos a los demás e intentar conocerlos, construimos en un instante un prejuicio letal para mantenernos alejados de los otros.

Se trata, en la mayoría de los casos, de una afanosa auto-afirmación a través de los méritos que componen la propia vida. La interlocución queda cortada por un sesgo de competencia en la cual lo que importa no es lo que surja del encuentro sino la admiración (envidia) que despierte en los demás o la ingeniosa manera como se desprestigia al otro.

Estas barreras en las relaciones impiden el desarrollo social. Por este camino sólo se consigue una afirmación del individualismo como estilo de vida que conduce al deterioro de las estructuras sociales al quedar deshabitadas y condenadas a ser escenarios teatrales carentes de realidad.

Tan errado está el significado de la crítica que no puedo evitar recordar una anécdota que como profesora viví en una clase de filosofía. Un estudiante, que sin duda tenía interés por comprender a Kant, pregunta: “Profe, si Kant amaba la sabiduría ¿por qué critica la razón?