ALBERTO MEDINA MÉNDEZ | El Nuevo Siglo
Jueves, 10 de Octubre de 2013

EL DESATINO

Marca registrada

EL  tratamiento parlamentario sobre el presupuesto nacional y las leyes complementarias que permiten su ampuloso despliegue es solo otro ejemplo más de cómo la inconsistencia se ha instalado como el modo de ejercer la política y se asume con total naturalidad a un ritmo impensado.
Tasas de crecimiento de la economía que nunca se verifican, niveles de inflación que no se ajustan a la percepción ciudadana, cuestionados mundialmente por cuanta institución lo observe, un tipo de cambio que no tiene correlato con la realidad. En definitiva, una simulación que no debería ser admitida en un país que pretenda ser respetuoso de la verdad.
Indicadores falsos, proyecciones económicas que ya han demostrado reiteradamente su irrealidad, manipulación de cifras para que todo sea como necesita la política, supuestos que todos saben que no se cumplirán, adulteración intencional de números que no se corresponden con el presente, en fin, el embuste institucionalizado, que nace del poder ejecutivo, pero que cuenta con el aval sistemático del legislativo y un preocupante silencio por parte del judicial.
Todos terminan jugando el mismo partido. Uno y cada uno de los protagonistas resultan funcionales a ese resultado final, plagado de inconsistencias, contradicciones y evidentes distorsiones que configuran un verdadero embuste institucional hacia la ciudadanía.
La ley madre, esa que define el plan de gobierno porque determina las partidas, su dimensión, el origen y aplicación de los recursos, es sistemáticamente manoseada por la política contemporánea, escondiendo lo que prefiere, generando un deliberado espacio para la discrecionalidad y sosteniendo así una farsa que no resiste ningún análisis serio.
Los mismos que dicen que el país ha logrado su "década ganada", terminan votando la extensión de la "emergencia económica" y la prórroga de impuestos que fueron instaurados en "otra década" como justificación para superar dificultades que, se supone, ya han sido superadas.
Los gobernantes, los que manejan la caja, engendran intencionalmente áreas presupuestarias que les permitan maniobrar con total libertad las partidas, reasignándolas sin consultar, consiguiendo que se le deleguen poderes especiales, expresamente prohibidos en la letra constitucional.
La política no recuperará su reputación de la noche a la mañana, y mucho menos por el mero voluntarismo discursivo de algunos grandilocuentes dirigentes que creen que a la gente se la puede seguir engañando con facilidad. En realidad, eso ya es parte de la historia.
Mientras tanto, se sigue asistiendo al patético espectáculo de escuchar hasta el cansancio discursos que defienden una forma de hacer las cosas, en las que la incoherencia y las contradicciones se constituyen en el sello distintivo. Todo se resume en el desatino como marca registrada. Fuente: Infobae.