ALBERTO MEDINA MÉNDEZ | El Nuevo Siglo
Viernes, 31 de Enero de 2014

El que juega con fuego…..

 

“La economía se rige por leyes naturales. Ignorarlas lleva al fracaso”

Desde hace demasiado tiempo, un conjunto de perversas ideas económicas se han encargado de transmitir la ilusión de que el mercado puede ser adulterado arbitrariamente sin que ello implique efecto alguno.
En el marco de esa ridícula fantasía, los iluminados de siempre, esos que creen que saben todo y que pueden reemplazar a la sociedad en sus decisiones, tienen una particular obsesión por controlar el tipo de cambio.
Apelan para ello, invariablemente, a su intrincado arsenal técnico, bajo la hipótesis de que el empleo de políticas monetarias y fiscales, sirven para sustituir las preferencias de los individuos, sin comprender que las mismas son parte de un complejo e inimitable proceso inestable que busca su equilibrio eternamente transitorio e impredecible.
El tipo de cambio es solo un precio más de la economía. Es el valor al que se produce el intercambio de mercancías, en este caso de dos monedas diferentes y por lo tanto solo responde a los estímulos lógicos y racionales.
Ciertos autodenominados economistas, de esos que pululan por doquier en casi todo el planeta, se entusiasman ingenuamente y con facilidad cuando al aplicar determinadas estrategias consiguen fugazmente que el rumbo sea el seleccionado. Pero no interpretan que se trata de un fenómeno que involucra costos, muchos de ellos imperceptibles en el corto plazo, pero que van operando lentamente hasta encontrar el nuevo equilibrio.
En Argentina se ha intentado manipular el mercado cambiario en infinidad de ocasiones. Lo han hecho gobiernos constitucionales y también de los otros. Todos han fracasado sistemáticamente. Más tarde o más temprano, estos esquemas fallan y vuelven al estado natural. Lo cierto es que en el recorrido, en el mientras tanto, el impacto nunca anunciado, hace estragos.
Este gobierno, solo repite la historia utilizando, como los anteriores, los mismos instrumentos de siempre. Sus funcionarios han caído en la trampa de creerse dioses y suponer que pueden mantener una situación falsificada en forma indefinida. Como sucede en estos casos, cuanto más tiempo transcurre, más difícil es sostener esa circunstancia irreal.
Lo que está desarrollándose hoy es lo tenía que pasar, lo inexorable, lo inevitable. No se puede jugar con fuego sin quemarse. No es razonable tomar decisiones y esperar que nada acontezca. Es imperioso asumir la responsabilidad de las derivaciones y no es honesto hacerse los distraídos.
Son muchos los que no alcanzan a asimilar que la economía se rige por leyes naturales, como ocurre con la física. Ignorarlas es un fracaso asegurado. Es como intentar desconocer la ley de la gravedad. No se trata de acordar con ellas sino de entenderlas y actuar aceptando su existencia.