Adriana Llano Restrepo | El Nuevo Siglo
Viernes, 6 de Febrero de 2015

Sacamicas

 

María del Pilar Hurtado era en Palacio versión 2002, una gris funcionaria parte del combito de amigas que Alicia Arango había establecido en el IDU: oscura, triste y segundona.

El ataque a El Nogal la sorprendió sentada a manteles con Edmundo del Castillo, quien antes de ser el flamante secretario jurídico de Uribe, tenía decenas de contratos, otorgados por el entonces secretario general de Presidencia, Alberto Velásquez, de quien María del Pilar era una sacamicas o sea peón, paje o sirviente que al amanecer saca de debajo de la cama lo producido en ese recipiente llamado bacinilla, o mica, en el más puro paisa de Tomás Carrasquilla.

No creo en la ingenuidad de los trepadores; la vecindad física de su oficina, separada del Despacho de doña Lina por los baños de mujeres, le sirvió para oficiar sin razón ni motivo como mensajera de Velásquez. Hizo fila india con paciencia, y cuando la vacante fue un hecho, Pilar Hurtado estaba en el sitio y el momento oportunos, su protectora le habló al oído a Uribe, y ella pasó de la secretaría general del Ministerio de Defensa a donde Bernardo Moreno la exilió,  a dirigir el DAS.

Se queja María del Pilar Hurtado de la soledad en la que la dejó Uribe tras el destape de las chuzadas, según Daniel Coronell en Semana; pero es que el sucesor de Alberto Velásquez es sobrino del político vallecaucano Germán Villegas y de la que entonces se convirtió en “nueva mejor amiga” de la Primera Dama, Myriam Villegas, exesposa además de uno de los ministros del famoso miti -miti. Y eso no es lo mismo que tener por “padrino” platónico  a un exdirector del IDU, cuya foto guardaba Hurtado con ternura en el cajón de su escritorio, mientras en la pared, la de Uribe nos miraba a todos los funcionarios.

A mí, que había sido formada en política de viva voz por Carlos Lleras de la Fuente, me llamaba profundamente la atención en los albores de esos ignominiosos ocho años, la ignorancia supina de los autoproclamados “técnicos”, grupo en el que estaba Hurtado, que no se dejaban matricular en ninguna ideología o partido, y para quienes el “todo vale” se convirtió en ley sotto voce en ese piso, denominado en secreto, WallStreet.

Conocer el forro del vestido es un pecado; a menos claro que se cuente con apoyo  político o que lo sabido tenga real valor de cambio y se esté dispuesto a hacer el trueque con el costo personal que ello pueda implicar. Y eso está lejos de la realidad de María del Pilar Hurtado, una funcionaria de quinto atril, un estorbo para el uribismo.