ADRIANA LLANO RESTREPO | El Nuevo Siglo
Viernes, 20 de Junio de 2014

Confianza

 

Byung-Chul Han, el coreano convertido por los alemanes en rock star de la filosofía occidental, asegura en su libro insigne, La sociedad de la transparencia, que “la confianza hace posible acciones a pesar de la falta de saber”.

Es que los 7.711.434 votos depositados por Santos, más que votos contra Uribe, o votos oportunistas, o votos acomodaticios, o votos interesados, o votos sin criterio, o votos con mermelada,  fueron votos llenos de confianza en una entelequia: la paz.

Y los 6.837.131 sufragios obtenidos por Óscar Iván Zuluaga, más que votos para Uribe, o votos de la derecha, o votos guerreristas, o votos con nostalgia de poder, fueron votos transparentes, depositados por quienes temen una paz romana -que arrase con quienes se oponen a ella-, o una paz con impunidad.

El nuevo Habermas de la filosofía del siglo XXI explica que la transparencia se opone a la confianza. “Se confía en lo desconocido y es transparente lo conocido”. Por esto digo que los votos que obtuvo Zuluaga fueron transparentes, porque ha sido evidente para los colombianos lo que piensan sobre la paz tanto Uribe, su mentor, como Marta Lucía Ramírez, Andrés Pastrana y el Partido Conservador, adherentes al rock star del Centro Democrático.

Santos cuenta con la confianza de una leve mayoría y si quiere que la paz deje de ser una muletilla de campaña, un proyecto de gobierno, una ilusión colectiva, una quimera, o una veleidad de los publicistas y se convierta en paz de Estado, en la paz de los colombianos, deberá tener en cuenta a la otra mitad de electores y apostarle a la transparencia.

Porque la otra mitad auditará la paz. “La sociedad de la transparencia es una sociedad de la desconfianza y de la sospecha; (…) a causa de la desaparición de la confianza, se apoya en el control”. La paradoja radica en que confianza y transparencia son conceptos yuxtapuestos, antitéticos y necesitados uno del otro.

Es difícil juntar la concordia y el poder. Mucho más cuando el poder se ha logrado con un margen insignificante. Este es el gran desafío para Santos.

Los colombianos todos, sin excepciones, tenemos el reto de confiar en la promesa de paz hecha por Santos, no sólo porque es nuestro gobernante, sino porque la historia nos va a juzgar como pusilánimes, y nuestros hijos y nietos se avergonzarán de nosotros.

Parafraseo al historiador Tácito: “una mala paz es todavía peor que la guerra”.