“Panorama político, ring de vencedores y vencidos”
EL SEPTIMAZO
Abstracto
Embelesada con el arcoíris que la semana pasada se posó en la Casa Blanca y en cuanto lugar emblemático e icónico hay sobre la faz de la Tierra como testigo colorido del triunfo del amor, pregonero de la tolerancia y de la aceptación de la otredad, me pregunto por qué no copiamos la lección de los gais y dejamos de mirar todo en blanco y negro.
La falta de matices ha convertido el panorama político en un ring de vencedores y vencidos, ganadores y perdedores, traicionados y traidores, incapaces de pensar como de dejar de hacerlo de manera abstracta.
Hegel, en su ensayo ¿Quién piensa abstractamente?, nos deja ver que lo abstracto (del latín “abstractio”; aislamiento) es una parte de un todo, lo unilateral, lo concreto sin revelarse; lo concreto (del latín “concrescere”, crecer por aglomeración) es lo compuesto, lo complejo, lo multifacético, como el arcoíris.
En la realidad colombiana es fácil ser abstracto: si soy de derecha, que me envuelvan la izquierda y si soy de izquierda, que aniquilen a los de la derecha; es que de tanto pensar abstractamente, escuchamos el violín, o el piano, o la tromba, pero nos perdemos la sinfonía.
Mientras refrendo que cuando uno piensa abstractamente se queda al margen de gran parte de las facetas de la cosa o persona en la que está pensando y se pierde lo insospechado o lo mejor, me tropiezo con un artículo en El País de Madrid que da cuenta de que la novela Judas, de Amos Oz, que acaba de recibir el Premio Internacional de Literatura de la Casa de las Culturas del Mundo en Berlín, aborda de una manera novedosa el problema de la traición a través de la figura del traidor por antonomasia: Judas.
Me ciño al artículo de José Gordon publicado en la Revista de la Universidad de México (abril de 2015), quien dice: “Lo que plantea Amos Oz es que a veces -no siempre- los que son llamados traidores son los más idealistas, devotos y amorosos creyentes”.
Uno de los personajes afirma que “quien desea cambiar siempre será considerado como traidor ante los ojos de aquellos que son incapaces de algún cambio y que (…) odian cualquier transformación”.
No hay en Amos Oz un pensamiento abstracto. Quizás Judas, fascinado por la figura de Jesús, acabó preparando un plan de victoria para su supuesto enemigo.
Abstractos como somos no vemos que de pronto esto podría estar pasándonos.