Solo la historia nos da sentido de identidad y orgullo legítimo de pertenecer a Colombia. Un pueblo sin historia, es como un árbol sin raíces, es decir sin aquello que le dé consistencia y fortaleza. Se dice y se repite que la historia es arte y es también una gran ciencia.
Pide el investigador imaginación y solidez creativa, con fuerte contenido conceptual. Y son estos elementos los que le dan novedad, interés y trascendencia, a los trabajos interpretativos de Álvaro Tirado Mejía. La charla - conferencia que dictó el académico en la Academia Colombia de Jurisprudencia, por invitación de Augusto Trujillo nuestro dinámico presidente, para festejar los 127 años de fecunda existencia de la institución, resultó un éxito. Todos los libros de este historiador son leídos con pasión y fervor. Terminó con la odiosa tendencia de teñir de insoportable sectarismo, el recuerdo del pasado. Todos los partidos políticos del mundo y hasta la misma Iglesia, cuentan con luces y sombras en la época pretérita.
Son sustantivas y enaltecedoras las ideas -ejes del último libro de Álvaro Tirado-. Inyectan optimismo poderoso para los abundantes profetas de desastres, que sólo ven lo negativo en el desarrollo excepcional del país. Con criterio globalizante, este erudito pensador analiza los estimulantes avances en lo cultural, lo político, lo social, lo económico y otros frentes esenciales. Destaca el protagonismo de la mujer en el mundo contemporáneo. Hasta hace poco las décadas de la mujer era considerada como una “tarada mental”. No podía ser testigo en los procesos y estaban cerradas las puertas de la ciencia. Figuras como Germán Arciniegas, sostuvieron que la mujer no era “apta para estudios superiores”. Antes del Frente Nacional la oposición se consideraba como “subversión” y con frecuencia le señalaban uno de estos tres sitios: destierro, cárcel, o cementerio.
Hace 50 años Colombia tenía más o menos 15 millones de habitantes, el sistema vial era mediocre y el atraso en lo financiero era dramático. Bogotá no contaba con la infraestructura de que dispone hoy. La universidad era privilegio de unos pocos afortunados. Claro que seguimos con problemas gigantescos. Pero ninguna nación, ni siquiera las grandes potencias, están exentas de dificultades enormes.
Álvaro Tirado Mejía pasó de la historia monotemática y banderiza, a la historia totalizadora y científica. “Es más amigo de la verdad que de Platón”, como enseñó Cicerón. Con amenidad baja a los caudillos y a los jefes de Estado, de su pedestal y los estudia humanamente, respetándolos, pero documentando sus fallas y sus aciertos.
La grandeza de Colombia se debe a los imponderables aportes de los partidos tradicionales, la Iglesia y todas las instituciones académicas, cívicas y sociales de la comunidad, como lo repite Álvaro Tirado Mejía.