El 5 de marzo de 1967, en el Suplemento Literario de “El Tiempo”, publiqué un escrito titulado “Un jardín de desperdicios”, un fruto producto de la experiencia adquirida compartiendo con mi padre, Arturo Navas Venegas, su actividad de periodista, Corresponsal de Guerra, de ese medio de comunicación. De ahí en adelante me invadió permanentemente el ánimo de exponer mis pensamientos y lo hice, en El Espectador, pero aclaro, evadiendo las opiniones que comprometieran mis funciones públicas, pues entre los cargos destacados recuerdo el de Alcalde Menor de Usme. Luego fui Personero del Distrito y más tarde Procurador Delegado para el Ministerio Publico, el último cargo que desempeñe, por cuanto que el hecho de que mi hermano Germán Navas Talero estuviera vinculado a la Cámara de Representantes, me determinaba a no pertenecer al ejercicio de funciones públicas del Estado.
Acabándome de aislar del oficio adquirido en marzo de 1963 se anunció la convocatoria a la asamblea constitucional y, casualmente, siendo unos quince años antes profesores de Derecho Constitucional, el amigo Ricardo Morales Casas, gerente del diario “La República”, me otorgó una columna, iniciando el 3 de septiembre de 1990 y hasta septiembre de 2000 y desde ese tiempo hasta hoy he opinando en “El Nuevo Siglo”, gracias a su amabilidad.
Los comentarios publicados me dieron apoyo a la divulgación de un libro en el cual resumí la Bitácora de todo lo ocurrido en la Asamblea Nacional Constituyente y la expedición de la carta de 1991. De ahí en adelante me ocupe de consignar lo que ha venido ocurriendo con esa reforma y hasta el día de hoy, estableciéndose 55 actos legislativos que han reformado esa enmienda improvisada en el gobierno de Virgilio Barco y desarrollada por el “revolcador”
“La Constitución y el túnel del tiempo”, fue el título del escrito inicial, comentario que se dedicó exclusivamente a resaltar las improvisadas reformas que la estructura del Estado colombiano ha sufrido desde el grito de independencia en 1810, incluido el debate político entre gólgotas y draconianos, concluyendo que las enmiendas a los únicos que han favorecido son a los detentadores del poder, pues el pueblo raso sigue sufriendo igual, todos los tiempos.
En este momento da la impresión que lo único que ha cambiado es la edad, pues se ha vivido todos los años el afán que generan las propuestas de reforma constitucional , unas llevadas a cabo y otras fracasadas, pero lo cierto e inconfundible es que la declaración del artículo 1° de la Carta del 91, según el cual Colombia es un Estado Social de Derecho, demócrata y Republicano , es una utopía , pues lo real es que el pueblo sigue sufriendo las crisis que se desataron con motivo de la batalla de la “ Patria boba” que permitió las invasiones de los realistas. Pero bueno, ahí queda mi testimonio inocente y viven los terratenientes. El futuro inmediato es igual.