Cada noviembre, el magazín The Economist dedica una edición especial a anticipar cómo será el año siguiente, y ofrece a sus lectores una estupenda antología de análisis político y económico, perfecta para entretener eso que en el hemisferio norte llaman invierno, en el sur verano, y en las tierras tórridas, simplemente, fin de año. Que doce meses atrás nadie hubiera previsto la pandemia ni las múltiples disrupciones que ha traído consigo, no le quita en lo más mínimo el valor a estos ejercicios prospectivos. A fin de cuentas, su mérito estriba no tanto en acertar o no, sino en la contribución que hacen mejorar la comprensión de un mundo cada vez más difícil de escrutar, y, por lo tanto, de entender.
Con ese propósito, Tom Standage, el editor del número que se ocupa de avizorar “The world in 2021”, sugiere tener en cuenta 10 tendencias que, a su juicio, determinarán el ritmo de los acontecimientos en un año que, en todo caso, será “particularmente impredecible”.
La primera de ellas -que ya es evidente- es la “competencia por las vacunas”. No sólo por obtener la más efectiva, sino por el acceso a ellas, por su distribución, y por alcanzar niveles óptimos de inmunización. Liderazgo científico, rivalidad geopolítica, capacidades operativas, y resistencia social serán determinantes en el resultado de esta competencia -que pinta tan promisorio como problemático-; y del cual dependerá mucho más que la sola contención del Covid-19.
De hecho, la evolución de la pandemia y su gestión condicionarán el panorama económico, caracterizado por una recuperación desigual que tendrá -en múltiples ámbitos- efectos igualmente desiguales, tanto para las naciones como para las empresas, las comunidades y los individuos.
En el terreno político, ni con las mejores intenciones podrá la administración Biden poner el mundo nuevamente en orden. El desorden mundial, a fin de cuentas, antecede a Trump y le sobrevivirá, por ejemplo, en las persistentes tensiones entre Washington y Pekín, que, muy probablemente, además, se irán agudizando.
La actividad empresarial estará bajo presión en distintos frentes: desde el geopolítico hasta el social y el tecnológico. De hecho, 2021 verá decantarse, con todas sus implicaciones, el impacto de la hiperaceleración tecnológica provocada por la pandemia. Y será también el año de un mundo más sedentario y mucho más “doméstico”, por la persistente contracción de la movilidad internacional.
Un año en el que quizá pasen, finalmente, las cosas que no pasaron en 2020: los Juegos Olímpicos de Tokio o la Exposición Universal de Dubai. A fin de cuentas, para muchos, 2020 ha sido el año que no fue.
Quizás aflore en 2021, y al fragor de la crisis pospandemia, una oportunidad para afrontar, definitivamente, el cambio climático -si se dan las condiciones, por ejemplo, para adoptar estrategias verdes de recuperación-. Pero, sobre todo, 2021 será el año para evaluar qué tanto se aprendió de 2020 sobre lo que significa vivir en una sociedad de riesgos globales multidimensionales e interconectados.
*Analista y profesor de Relaciones Internacionales