Diferentes en sus estilos como en su base ideológica, Bernie Sanders, el histórico líder demócrata, volvió a chocar una vez más con la pragmática Hillary Clinton, en el último debate partidario antes de las primarias que comienzan en dos semanas en Iowa. Ante la necesidad de marcar posiciones, los candidatos se diferenciaron casi en todos los temas, desde la política sobre posesión de armas hasta los impuestos, teniendo como epicentro la visión de cada cual sobre el servicio de salud pública
Más que una simple expresión de sus proyectos de gobierno, Sanders y Clinton se enfrentaron en el campo ideológico. No por una vanidad teórica, sino por la reivindicación de la política frente, como lo señalan pensadores de la talla de Zizek o Levi Strauss, la prevalencia del discurso vacuo y frívolo de la publicidad para ganar electores.
Desde el comienzo del debate Sanders anunció que “esta campaña es una revolución política", lo que repitió tres veces, "no sólo para elegir al presidente, sino para transformar este país”. Polémico y contestatario, su discurso no le llega al grueso del electorado norteamericano, acostumbrado a posiciones menos radicales, pero cala en un sector que vive en los determinantes estados de Iowa o Newhampshire.
Tildado por muchos de Robin Hood por sus posiciones socialdemócratas, Sanders se comprometió a asegurar la universalidad de la salud y la educación como requisito básico de un país solidario. Conocido por su oposición a la mayoría de las medidas de Obama, el polémico senador criticó Medicare (modelo de salud), llamándolo laxo y no universal.
Desde la barrera y con una sonrisa burlesca, como cuando una madre oye las descabelladas ideas de su hijo revolucionario, Hillary Clinton se opuso a cada propuesta de su rival y afirmó en cada una de sus intervenciones la continuidad de los proyectos de Obama. La ex secretaria de Estado dijo que realizar las políticas planteadas por su rival Sanders sería “destruir” el modelo vigente logrado por la administración.
"Desmontar todo lo que hicimos y empezar de nuevo. Creo que esa es la dirección equivocada", disparó Clinton. A lo que Sanders, con cifras en mano, le respondió: “¿Por qué nosotros gastamos tres veces más que los británicos, que tienen un sistema universal, y nosotros tenemos 29 millones de personas sin seguro médico?".
Financiación indebida
Clinton, que se mantuvo en la barrera y dejó fluir al senador en sus reiterativas diatribas contra Wall Street, calentó el debate cuando se refirió a la supuesta financiación que recibió su rival de parte de los fabricantes armas. El senador, sin embargo, sacó a flote cifras que comprometían a la candidata para acallar esos supuestos contactos.
Su contrataque se enfocó en las sendas relaciones que Clinton tuvo con Goldman Sachs, Banca de inversión y valores que recibió una sanción por 5.000 dólares por malas prácticas, y cuyos administradores le pagaron 600.000 dólares en honorarios por conferencias a los directivos de una de esas gigantes entidades bancarias.
Reiterativo y refiriéndose a un posible gobierno de su contendora, Sanders adujo que Clinton, en caso de llegar a la Casa Blanca, le debería múltiples favores a los banqueros y señaló a los grandes bancos del país como los responsables de "corromper" la política.
Pero Clinton no se quedó atrás. Además de contar con un extenso equipo que no dejó de bombardear las redes sociales contra Sanders, la candidata criticó su postura tibia frente a Irán y su plan de gravar a la clase media con el pago de altos impuestos.
Sanders, igualmente, no supo manejar la compleja situación con los afroamericanos, lo que le llevó a pasar incómodos momentos en Carolina del Sur, estado conocido por el 60% de población afro. Mientras que evitó pronunciarse sobre las difíciles condiciones que pasan los ciudadanos afroamericanos, Hillary sin titubeo alguno manifestó que el principal tema que había quedado por fuera de su campaña era el envenenamiento con plomo al agua potable en algunas zonas de Michigan, otro estado con una alta población afro.
Así, a menos de dos semanas para las primarias del Partido Demócrata, Clinton y Sanders apelaron a lo que más saben: pragmatismo, por un lado, ideología, por el otro. Esta vez, en este cuarto cara a cara, la ex secretaria de estado ganó la parada en Carolina del Sur por su estilo directo y universal que, en el papel, incluye a todos los norteamericanos, por encima de su credo, color o dinero.
Si bien Hillary es de lejos la favorita a nivel nacional, incluso algunos se atreven a decir que ya existe una alianza tácita entre ella y Sanders, futuro vicepresidente, la realidad de las primarias demuestra que el histórico senador tiene amplias posibilidades de quedarse con la venia de los delegados del partido en Iowa o Newhampshire.
Según los sondeos preliminares, Sanders ganaría el 1º de febrero en Iowa (que cuenta con el mayor número delegados), con una exigua ventaja, y lo mismo ocurriría en Newhampshire, pero de manera mucho más contundente. De ser así, el senador lograría obtener el respaldo en dos de los estados con mayor número de delegados, amenazando nuevamente la candidatura de Clinton, tal como ocurrió en 2008 cuando Obama le ganó en ambos estados.