Los chinos adinerados que compran viñedos franceses, como hicieron esta semana con el castillo de Gevrey-Chambertin por 8 millones de euros, anuncian una oleada de adquisiciones que, según expertos, podría extenderse en el futuro a vinos más prestigiosos.
"Compran primero pequeñas propiedades, de 2 a 7 millones de euros, para empezar a conocer el sector", indicó Michael Baynes, de la agencia inmobiliaria Maxwell-Storrie-Baynes, especializada en propiedades vinícolas de la región bordelesa (sudoeste).
"Para su segunda compra invierten un poco más, pero por ahora solo tenemos un cliente con un presupuesto superior a 50 millones de euros, cuando para adquirir una propiedad donde se produzca un vino de gran calidad hay que tener al menos 100 millones para comenzar a discutir", subrayó.
"Son compras de poco valor unitario donde se privilegia la calidad de la construcción, su entorno y un nombre que pueda ser atractivo en el mercado chino", confirmó el presidente del Comité interprofesional de vinos de Burdeos (CIVB), Georges Haussalter.
Antoine Lam, consultor que ejerció de intermediario en la compra de una marca de coñac por la empresa Cartak, subraya que su cliente, como otros, quiso también "aumentar de nivel y poder afirmar que hacen +Made in France+" para atraer a la clientela.
Baynes indicó que "los estadounidenses o sudafricanos invierten en propiedades de mayor valor", así como los japoneses, recientes compradores de château Lagrange o Beychevelle, vinos finos catalogados en la denominación Saint-Julien, donde la hectárea se negocia a 1,1 millones de euros.
Las treinta adquisiciones chinas en la región bordelesa desde 2008 se sitúan en apelación Bordeaux superior o Côte de Bordeaux, cuya hectárea se negocia alrededor de 15.000 euros, menos que los 200.000 de Saint-Emilion o un millón de Margaux.
Ahora unas 45 propiedades están en manos de inversionistas belgas y los chinos llegan en segunda posición tras una oleada de compras desde 2011.
Pero los inversionistas chinos se muestran por ahora prudentes. Li Lijuan, enóloga que trabajó para el comprador del château Grand Moueys en 2012, augura que "en unos 5 o 10 años veremos compras de propiedades catalogadas", por lo tanto más caras.