Catalunya ante una fecha histórica | El Nuevo Siglo
Foto archivo Agence France Press
Sábado, 30 de Septiembre de 2017
Albert Buyé i Grau (*)
La historia de Cataluña (Catalunya) se remonta a las Cortes Catalanas a finales de la Edad Media. A partir del siglo XIX,  las élites de la región han intentado modificar su situación constitucional con España. El último antecedente fue en 2006.  Hoy se reafirma todo esto 

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ESTE DOMINGO será un día histórico en Catalunya, una región situada a orillas del Mediterráneo que a lo largo del último lustro ha decidido emprender un proyecto soberanista para lograr su independencia de España. Parece claro que esta votación no se podrá realizar con suficientes garantías debido a las restricciones impuestas por el Estado. Mediante mandatos políticos y judiciales, el distintos órganos ejecutivos y judiciales del Estado han ordenado la prohibición de hacer publicidad sobre el referéndum, la confiscación de papeletas, el registro policial de imprentas y periódicos, el encausamiento penal de 700 alcaldes dispuestos a colaborar con la votación, la detención de catorce altos cargos del Gobierno catalán y la intervención económica de la autonomía.

 

Concepto constructivista

Catalunya encaja en el concepto constructivista que define la nación moderna como una comunidad que existe y tiene constancia de existir. Esta comunidad, que se reconoce a sí misma como nación, debe ser entendida como una idea inter-subjetiva de acuerdos y significados que emanan de múltiples interacciones sociales y políticas en un marco determinado de circunstancias específicas, tal como lo define el politólogo británico especializado en nacionalismos Michael Keating.

Los orígenes de Catalunya se remontan a la Edad Media, en territorios controlados por el Condado de Barcelona y el Reino de Aragón. Parte fundador del mismo, ya en el siglo XIV, el Principado de Catalunya se estableció como entidad jurídica que indicaba el territorio bajo jurisdicción de las Cortes Catalanas. El nacimiento de la Monarquía Hispánica, con la unión dinástica entre Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla a finales del siglo XV apenas supuso cambios en el gobierno en territorio catalán, rígidamente controlado por sus cortes.

La situación cambiaría tras la muerte sin descendencia del Rey Carlos II que propició la Guerra de Sucesión (1701-1715) entre tropas borbónicas y habsburgo. Las Cortes Catalanas, como las de la mayoría de territorios del Reino de Aragón, se aliaron con las tropas austriacas, que resultaron derrotadas por las tropas de Felipe V de Borbón. Éste suprimió las instituciones propias catalanas, erigiéndose en adalid de la monarquía absolutista en una nueva España centralizada de matriz castellana.

La primera mitad del siglo XIX en Catalunya supuso un nuevo desvelo del nacionalismo catalán en el contexto europeo del Romanticismo, que exaltaba valores como la libertad y la justicia. Este movimiento conocido como Renaixenca permeó políticamente en la sociedad catalana gracias, también, al impulso económico de la Revolución Industrial, que convirtió a Catalunya en la región más pujante del Estado.

Agencia Anadolu

Desde entonces, las élites catalanas siempre han intentado influir en todos los proyectos constituyentes españoles con resultados poco halagüeños pese a haber adoptado un rol destacado en las dos repúblicas españolas. En el caos de la Segunda República, el presidente catalán Lluís Companys proclamó la República catalana el 6 de octubre de 1934. Al fracasar al cabo de pocas horas, Companys fue sentenciado a treinta años de cárcel.

La victoria del general Francisco Franco en la Guerra Civil (1936-1939) y sus cuatro décadas de dictadura (1936-1975) supusieron una condena para la cultura y la política catalana, fuertemente represaliada y perseguida, como demuestra la ejecución sumaria del presidente Lluis Companys en 1940. Con la restauración de la democracia, Catalunya obtendría un nuevo Estatuto de Autonomía en 1979, que incluía la definición del territorio como nacionalidad, estratégicamente evitando el título de nación.

 

El Estatuto de Autonomía

Como bien define el politólogo Carles Boix, la nueva Constitución española que amparaba el Estatuto catalán supuso una oportunidad para aceptar la realidad plurinacional de España. La creación de un estado de autonomías ambiguamente definido logró un equilibrio estable hasta que, décadas más tarde, el Tribunal Constitucional, árbitro encargado de interpretar el desarrollo las doctrinas constitucionales, quedó instrumentalizado a manos de los principales partidos políticos de España.

Tal afirmación quedó en evidencia tras la sentencia de éste tribunal sobre el Estatuto de Autonomía de Catalunya de 2006. Esta ley orgánica que otorgaba mayores competencias al Gobierno catalán fue aprobada por el Parlamento de Catalunya y las Cortes Españolas para, posteriormente, ser ratificada por vía plebiscitaria por la población de Catalunya. La reinterpretación y derogación de partes sustanciales del Estatuto por parte del Tribunal Constitucional fue percibido como un atropello a la voluntad democrática del pueblo catalán que salió masivamente, en forma de protesta, a la calle en 2010.

El antaño incipiente independentismo prosperó con nuevo vigor con la llegada de la crisis económica global y los recortes sociales dictados por la UE pero aplicados a nivel local por gobiernos regionales. Siendo una de las comunidades con mayor contribución a las arcas del Estado, el Gobierno catalán solicitó en 2012 un nuevo ajuste fiscal a imagen y semejanza del cupo del País Vasco, que cuenta con una autonomía hacendística casi absoluta.

La negativa por parte del Estado tan siquiera a negociar sobre el reparto fiscal supuso el fin de la vía autonómica para los partidos nacionalistas catalanes, quienes dieron por iniciado el proceso de autodeterminación de Catalunya.

En la actualidad Catalunya es una región con una población diversa que alberga siete millones y medio de habitantes, aporta un 18,9% del PIB al total de España. Con un interior muy favorable a la independencia y una conurbación de Barcelona más reticente a ella pese a la transversalidad de la capital, más del 70% de la población catalana apoya la celebración de un referéndum de autodeterminación pactado con el Estado. La voluntad soberana de los catalanes parece incuestionable y supone un reto paro el statu quo de una Unión Europea cimentada en los estados-nación del  siglo XX  que se ve confrontada por la aserción intemporal del filósofo francés Raymond Aron: “los hombres saben que a la larga el derecho internacional tiene que someterse a la realidad”.

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Y después del sí, ¿independencia?

“Hemos llegado hasta aquí y tenemos hasta el domingo para ganar la independencia”,  dijo Carles Puigdemont el viernes, en una masiva manifestación para reafirmar que el referendo sí se va hacer. Pese al decomiso de material electoral, los líderes independentistas mostraron unas cajas chinas que servirán como urnas este domingo. También usarán el voto digital, que el Tribunal español ha pedido que se retire. En caso de que gane el sí, las autoridades de Cataluña han dicho que la declaración de independencia se hará el martes.

@albertbuye

 

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