Campanazo por desempleo

Domingo, 3 de Diciembre de 2017
  • El desgastado debate de los dígitos
  • Economía débil no genera trabajos

 

El aumento del desempleo en Colombia es una señal de alarma que mes tras mes va aumentando en intensidad y que evidencia que el desempeño de la economía en el segundo semestre ha sido bastante deficiente. Si bien desde las esferas gubernamentales se insiste en que una tasa de desocupación del 8,6 por ciento, con corte a octubre, según lo informó el DANE esta semana, resulta positiva porque el indicador se mantiene en un dígito, es claro, como bien lo anotaban varios analistas, que el número de personas sin trabajo aumentó frente al mismo mes del año pasado y ya se ubica en 2,16 millones. Incluso esa premisa de la tasa de un digito empieza a ser aún más discutible al revisar que el índice de desocupación en las trece principales ciudades y áreas metropolitanas del país ya es de 9,5 por ciento, es decir que está a menos de medio punto porcentual de superar la barrera del 10 por ciento.

Aunque en economía hay unas variables de percepción sicológica que los tratadistas suelen considerar importantes por el efecto que pueden tener en la opinión pública, no así entre los expertos y las entidades sectoriales, lo cierto es que, en ese discurso del desempleo de un dígito, hay una diferencia marcada entre un tasa de 6 o 7 por ciento, a una que está ligeramente por debajo del 10 por ciento. Es hora de sincerar el diagnóstico laboral del país. No podemos caer en el mismo discurso al que se recurre frente al mediocre crecimiento del Producto Interno Bruto, que este año tiene un promedio de apenas 1,4 por ciento, pero se replica con la tesis de que aun así Colombia está por encima de muchas otras economías en el subcontinente.

Es evidente que mientras no repunten la industria y el comercio, cuyos gremios representativos han coincidido en que “perdieron el año” por los pobres resultados obtenidos, será difícil revertir la tendencia en materia de índice de desocupación. Puede que efectivamente el agro, los servicios sociales y personales y otros rubros tengan un comportamiento positivo en generación de plazas, pero mientras los sectores de mayor dinamismo y demanda de mano de obra no cojan un ritmo de crecimiento más consistente, el desempleo seguirá acercándose peligrosamente a ese techo de los dos dígitos que hace mucho tiempo no se toca.

¿Qué hacer? No es una pregunta fácil de responder. En primer lugar, hay que concluir con realismo que una economía que en el mejor de los casos cerrará este 2017 creciendo al 2 por ciento, difícilmente va a generar un volumen de nuevas plazas sustancial. En medio de la discusión sobre aumento salarial para 2018, los voceros de los empresarios han coincidido en que muchas compañías se han visto obligadas a congelar nóminas, renegociar contratos e incluso despedir personal. Los sindicatos, a su turno, se quejan no sólo del crecimiento del subempleo o el llamado “rebusque”, sino que ponen sobre el tapete la preocupación por fenómenos coyunturales como la llegada cada semana de miles y miles de venezolanos a todas las regiones de nuestro país, una parte de los cuales están siendo contratada a destajo y por sueldos más bajos que los pagados a nuestros compatriotas, que se han visto desplazados por los patrones oportunistas. No es para nada coincidencia que Cúcuta esté en el top de ciudades con mayor índice de personas sin trabajo.

Si bien algunos gremios insisten en que se formulen nuevos planes de choque para incentivar el empleo, otros advierten con cierta resignación que ni los PIPE I y II, como tampoco la última estrategia “Colombia repunta” han dado los resultados esperados, y menos lo harán ahora que el país se aboca a un primer semestre proselitista, con la Ley de Garantías Electorales limitando el impulso a la economía real que da el volumen de obras civiles y de infraestructura oficiales.

Como se dijo, el panorama es preocupante y a corto plazo no se ve una fórmula real y tangible que ayude a aumentar la demanda de mano de obra calificada y no calificada en el país. Algunos programas gubernamentales tienen bajo impacto en la materia y mientras el sector privado no vislumbre en el horizonte un panorama más prometedor, será difícil que reactiven el enganche de personal de forma sustantiva.

No se trata de ver el vaso medio lleno o medio vacío, ni tampoco de caer en el desgastado debate sobre las visiones optimistas o pesimistas en el que, lamentablemente, han caído algunos de los analistas y diagnósticos gremiales. De lo que se trata, como lo advirtiera un informe publicado esta semana por este diario, es de aceptar con realismo y objetividad que la desaceleración económica está pasándole factura al empleo. Simple y sencillamente.

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