En las partidas de ajedrez suele decirse que los primeros movimientos no tienen mayor incidencia en el resultado final del encuentro y que apenas sí dejan ver cuáles serán las estrategias de juego que podrían irse desarrollando. Sin embargo, si en lugar de un movimiento común como el de un peón se decide poner de entrada a saltar el caballo, lo que se quiere dejar ver al rival es que será un juego ofensivo de entrada por parte de quien primero utiliza las piezas de mayor importancia…
Igual suele decirse de las campañas presidenciales en Colombia para significar que las primeras escaramuzas políticas y proselitistas son apenas ejercicios de calentamiento, que sirven para medirle la temperatura al rival e ir identificando las distintas orillas y quiénes se van ubicando en una u otra.
Sin embargo, en la actual coyuntura el ritmo de los sucesos indica que la campaña parece querer pasar por encima de esa etapa preliminar y meterse lo más rápido posible en los escenarios más decisivos. Dirán algunos que son muy tempraneras este tipo de jugadas, puesto que falta más de un año y tres meses para la cita en las urnas. Pero lo cierto es que hoy la contienda se encuentra en uno de sus puntos de definición más determinantes. Incluso no suena para nada exagerado advertir que del resultado de las movidas en estos días bien podría desprenderse la ruta final para la sucesión en la Casa de Nariño.
Son varias las razones que sustentan este pronóstico. Razones que derivan en escenarios hipotéticos pero tan volubles que quienes hoy son vistos como más cercanos a determinada orilla política, al otro día fácilmente son ubicados en la contraria.
Al ruedo
En primer lugar, es evidente que el pulso entre el santismo y el uribismo ya pasó de lo político a lo electoral. Los elementos distintivos son fácilmente detectables.
De un lado, el expresidente Álvaro Uribe se puso de nuevo el overol de brega política y desde hace tres semanas recorre el país de plaza pública en plaza pública. Está a la caza de votos, y lo hace de forma frontal y decidida con un solo objetivo reiterado a cual más ante la opinión pública: frenar a como dé lugar la posibilidad de reelección de Juan Manuel Santos.
Aunque en 2011 y 2012 la postura crítica del exmandatario se dirigió a poner en evidencia que el actual Gobierno se había alejado de sus postulados y exigía, casi a gritos, una rectificación de la Casa de Nariño, en este 2013 la tesis es otra: diferenciarse lo más posible del Ejecutivo para que la opinión pública vea en Santos y Uribe dos proyectos políticos distintos, pues de lo contrario será imposible partir cobijas a la hora de las urnas.
Y para ello el ex Jefe de Estado puso todas sus cartas sobre la mesa. De un lado, ya le indicó al país que se divorció de La U, que su nuevo proyecto político es el Centro Democrático y que con él irá más allá de la defensa intelectual y política de las ideas uribistas. En otras palabras, que buscará imponer su proyecto voto a voto.
Su segunda movida no es menos determinante. Señaló un grupo de seis precandidatos presidenciales que tienen como primer objetivo comunicarle al país que su principal tarea es evitar que Santos pueda alcanzar un segundo mandato. Y para asegurarse que la opinión pública entienda claramente el mensaje no sólo ha salido de gira con Martha Lucía Ramírez, José Félix Lafaurie (ambos del Partido Conservador), Óscar Iván Zuluaga (ex ministro y el primero en lanzarse al agua), el ex vicepresidente Francisco Santos, el ex ministro Carlos Holmes Trujillo y el senador Juan Carlos Vélez. Y ellos se toman su papel en serio, a tal punto que mientras la primera sostiene que el conservatismo debería hacer una alianza con el Centro Democrático, de Zuluaga para abajo protagonizan giras por los medios de comunicación explicando su proyecto político, un proyecto en el que el principal blanco de las críticas es el gobierno Santos.
La otra carta de Uribe es él mismo. Aunque se ha cuidado de confirmarlo de manera abierta y directa, lo cierto es que todo el país da por descontado que el exmandatario será la cabeza de lista al Senado por el Centro Democrático, que en pocas semanas empezará a recoger firmas para conformarse como un movimiento político.
Es más, en los cálculos uribistas se hacen cábalas en torno a que con el motor electoral del expresidente esa plancha podría alcanzar no menos de 25 escaños en el Senado, cifra que en La U ponen en duda y apenas le auguran 12 ó 13 curules.
Por encima de esa polémica, lo cierto es que ya se conocen por lo menos veinte nombres de posibles integrantes de la lista, cuyos primeros 10 lugares serán escogidos directamente por Uribe, mientras que en los siguientes renglones se hacen análisis sobre dirigentes de otros partidos que tienen potencial electoral y quieren colincharse en la plancha del exmandatario. Incluso, las especulaciones sobre los ofrecimientos de cupos en esa lista pululan por todo el país al punto que hay quienes aseguran que le tocará descartar nombres para no sobrepasar el límite máximo de 102 escaños.
Y para redondear toda esta primera fase de su estrategia, tanto Uribe como sus alfiles han logrado en las últimas semanas posicionarse como los principales críticos del proceso de paz entre el Gobierno y las Farc, que es, sin duda, el elemento que más está pesando en la percepción pública a la hora de evaluar el nivel de apoyo o castigo a la gestión de la Casa de Nariño.
Todo lo anterior se venía planificando desde hace varios meses pero fue en el último mes cuando se puso en marcha. Uribe, que esta semana dijo que “si las circunstancias exigen que gallo viejo vuelva a la gallera hay que hacerlo”, puso pues toda la carne sobre el asador. Tiene claro que esperarse al segundo semestre puede ser contraproducente para sus intenciones de evitar a toda costa la continuidad del santismo en el poder, ya sea en la persona del hoy Jefe de Estado o de un sucesor que él señale.
Forzado a mover
El segundo elemento que explica por qué la campaña presidencial arrancó de forma tan tempranera pero, sobre todo, a un ritmo tan alto, tiene que ver con el arranque del calendario electoral y las movidas obligatorias que impone.
El próximo 8 de marzo vence el plazo para que los funcionarios públicos que aspiren a participar en las elecciones al Congreso dentro de un año renuncien a sus cargos para evitar inhabilitarse.
Se trata de una fecha clave para la contienda presidencial, pues está claro que el mapa político que se derive del nuevo Senado y Cámara será más determinante que nunca antes para el resultado de los comicios para la Casa de Nariño.
El uribismo, en cabeza del propio expresidente, sabe que si no le pone un punto alto a la coalición santista en materia de escaños ganados en el Congreso, sus posibilidades de ganar la contienda por la Casa de Nariño se reducen en forma sustancial. Las ventajas de un Presidente-candidato son muchas y los más conscientes de ello son precisamente los propios uribistas que ya lo constataron en carne propia en 2006.
Igual ocurre con el santismo, pues éste sabe que si logra neutralizar el potencial electoral de Uribe en los comicios parlamentarios, el candidato presidencial de las toldas del exmandatario recibirá un golpe muy fuerte en sus posibilidades. El Congreso, entonces, será el primer campo de batalla.
En ese marco, es claro que el Gobierno sabe que la única manera de frenar a un Uribe al que las encuestas ya muestran como el candidato que sería más votado en las elecciones al Senado, sería propiciando que las listas de los partidos de la coalición sean encabezadas por verdaderos pesos pesados.
Es allí en donde el 8 de marzo toma una importancia inusitada, pues hasta ese día ministros y otros altos funcionarios del Gobierno tienen plazo para renunciar sin inhabilitarse para aspirar al Congreso.
Aunque todas las miradas se han concentrado en Germán Vargas Lleras por tener un claro perfil presidenciable y estar considerado como un peso pesado, no es el único que podría dar un paso al costado en la primera semana del próximo mes. En los corrillos políticos así como en las cúpulas partidistas también se está analizando la eventualidad de que otros titulares de cartera den un paso al costado y vayan a listas para el Congreso, a trabajar en la campaña reeleccionista e incluso a ser posibles fórmulas vicepresidenciales.
El factor Vargas
Si se analiza el caso del titular de la cartera de Vivienda, hay varios asuntos clave. Si bien desde hace meses ha sido enfático en que no competirá con Santos si éste se lanza a la reelección, es claro que el Gobierno, por más que tenga decidido que buscará repetir en la Casa de Nariño, necesita un plan B por si en determinado momento en lo que resta de este año o, incluso, hasta marzo de 2014 -cuando cierra el plazo para la inscripción de candidatos presidenciales- hay un cambio brusco en las circunstancias que lleven a pensar que apostar por un segundo periodo es riesgoso.
En ese orden de ideas, la salida de Vargas del gabinete tiene cuatro objetivos primarios:
1. No inhabilitarlo para aspirar a la Presidencia en caso de que el escenario para Santos se complique por alguna razón.
2. Dejarlo listo para que como posible candidato al Senado le haga contrapeso a Uribe en la puja por el control del Congreso.
3. Dejarle la responsabilidad de responder, desde afuera del Gobierno, las críticas del uribismo al Ejecutivo. En otras palabras que, dado su carácter y credibilidad, se convierta en el principal escudero de Santos, sin que éste tenga que abandonar su karma de no pelear con el exmandatario o terminar imbuido todos los días en la controversia con las toldas del ex Jefe de Estado.
4. Que el eventual exministro se posicione desde ya como el jefe de debate de la campaña reeleccionista, tarea urgente para evitar que el uribismo -que ya está en campaña- logre sonsacarle a las toldas gobiernistas dirigentes, congresistas y otros apoyos a nivel nacional y regional.
Coqueteos a Naranjo
¿Necesita el santismo desde ya una especie de jefe de debate? La respuesta se impuso por sí sola esta semana luego de que el uribismo pusiera sobre la mesa algo que se venía rumorando desde hace varias semanas: la intención de ‘reclutar’ como precandidato presidencial al general (r) Óscar Naranjo, quien hace parte de la comisión negociadora del Gobierno en el proceso de paz con las Farc.
Si bien el propio exmandatario dijo que no había hablado del tema con el ex director de la Policía, todas las alarmas en el santismo se encendieron porque de manera paralela se publicó una encuesta (Datexco para La W radio) en donde Naranjo le ganaría (35,1%) a Santos (31,7%) en un eventual enfrentamiento directo por la Casa de Nariño.
Parecería claro que al oficialismo le debe parecer urgente evitar que Naranjo se pase a la orilla uribista. Es más, lo que se rumoraba al final de la semana es que el propio Presidente le habría ofrecido ya la posibilidad de ser su fórmula vicepresidencial, en reemplazo de Angelino Garzón.
Es más, la misma encuesta Datexco indagó sobre este aspecto. Se le preguntó a los consultados si les gustaría que Naranjo fuera el segundo a bordo de Santos en los comicios de 2014. Un 41,7% se mostró a favor y un 39,3% en desacuerdo.
Lo cierto es que el caso de Naranjo al igual las posturas de dirigentes conservadores como Marta Lucía Ramírez o José Félix Lafaurie -que suenan como precandidatos azules pero insisten en que debe hacerse una alianza con el Centro Democrático- ponen de presente que la campaña reeleccionista tiene que activar ya instancias que impidan al uribismo arrebatarle dirigentes de primer nivel o tomarle ventaja en el posicionamiento ante la opinión pública.
Ruta crítica
Como se dijo, la cuenta regresiva para la hora de las definiciones en la puja por la sucesión en la Casa de Nariño ya empezó y es imposible detenerla.
Según el calendario electoral, el 25 de noviembre de este año vence el plazo para que el presidente Santos o el vicepresidente Garzón declaren -ambos o uno solo de ellos- públicamente y por escrito a la Registraduría Nacional del Estado Civil su interés de presentarse como candidato a la Casa de Nariño, de acuerdo con lo establecido en el Artículo 9 de la Ley 996 de 2005, Ley de Garantías Electorales.
Eso implica, entonces, que sólo restan nueve meses para que Santos oficialice que buscará un segundo mandato. Sin embargo, en vista de que el uribismo ya tiene seis precandidatos en giras regionales en tanto que los partidos de la Unidad Nacional empiezan también a urgir que el Gobierno se decida, es muy posible que el Primer Mandatario cumpla su palabra de que será en junio (y no en noviembre) cuando anuncie a todo el país que irá por la reelección.
Incluso, estratégicamente a Santos no le conviene esperar hasta el último día para oficializar que va por un segundo periodo, pues ello le daría tiempo a los sectores que en los partidos de La U, Conservador, Liberal, Cambio Radical y Verdes están pidiendo que su respectiva colectividad mejor opte por ir con candidato propio a la primera vuelta de la elección presidencial y, si el aspirante no clasifica, entonces sí se piense en una alianza con el Candidato-presidente.
En ese orden de ideas, lo que más le conviene al santismo es poner las cartas sobre la mesa rápidamente y de esa forma neutralizar a esos sectores que -unos llevados por la intención de defender la autonomía y vocación de poder de sus partidos, y otros con el ánimo de forjar posibles alianzas con el uribismo- piden que las colectividades de la Unidad Nacional no se precipiten a apoyar y respaldar de entrada la campaña reeleccionista.
A todo ello debe sumársele que por más que hoy el país vaya rumbo a una polarización del escenario electoral, también hay otras opciones que aspiran a ser protagonistas en la carrera por la Casa de Nariño a partir del 7 de agosto del año entrante.
El Polo, por ejemplo, ya tiene candidata designada, la ex alcaldesa Clara López; movimientos políticos en proceso de formación y que se sustentarán en recolección de firmas, como “Pido la palabra” y “Marcha Patriótica”, también tienen entre sus planes lanzar aspirantes a la sucesión de Santos. Esas tres facciones buscan convertirse en una especie de tercería independiente que aprovechando la división de una parte del electorado entre santismo y uribismo, pueda colarse a la segunda vuelta y tener un chance importante de hacerse con el poder.
Y, por último, no puede dejarse de lado que si el vicepresidente Garzón cumple su palabra de que no buscará la reelección en 2014 junto a Santos, entonces éste debe empezar ya a analizar perfiles para completar su fórmula. La baraja de nombres en los pasillos palaciegos ya es muy larga.
Restricciones de entrada
Obviamente no se puede desconocer que una vez Santos diga que buscará repetir, desde ese momento la campaña entrará en su parte más álgida y todos los movimientos del Ejecutivo serán juzgados indefectiblemente bajo la óptica del impacto electoral.
Aquí es necesario tener en cuenta que mientras los rivales del Candidato-presidente pueden estar buscando votos de forma abierta sin mayores limitantes -incluso desde este mismo momento-, a Santos eso sólo se le permite a comienzos del año entrante.
Según la Ley de Garantías Electorales, para el Presidente-candidato la campaña sólo tiene una duración de cuatro meses contados con anterioridad a la fecha de los comicios de la primera vuelta, más el término establecido para la realización de la segunda vuelta, si fuere el caso. Es decir que Santos sólo podrá hacer proselitismo desde el sábado 25 de enero de 2014 y no antes.
Es allí en donde temas que deberían estar excluidos de la puja política, como el proceso de paz, terminarán en el centro del debate, como ya se está viendo con los primeros movimientos de la ofensiva crítica de los uribistas contra la negociación que se está llevando en La Habana con las Farc.
Lo que viene
Como se ve, la campaña presidencial, pese a faltar quince meses para la cita en las urnas ya comenzó y será imposible bajarle el ritmo, por más que los estrategas políticos tengan como premisa indiscutible que las campañas largas son desgastantes y poco efectivas.
Al Gobierno este arranque tempranero de la contienda proselitista le llega en una coyuntura difícil, pues la última encuesta -que estuvo impactada por la indignación nacional de los secuestros de uniformados a manos de las Farc- evidenció que más del 60% de los consultados no apoyaría un segundo mandato de Santos, en tanto que la imagen negativa de éste aumentó a un 43%.
Sin embargo, en el alto Ejecutivo se confía en que la tendencia cambiará por el impacto público de la entrega de casas gratis en todo el país y aplicando, de paso, un remezón en la estrategia comunicativa del Gobierno para ser más efectivo a la hora de mostrar a la opinión pública los resultados de la gestión, que al decir de Santos, son muchos y muy importantes.
En cuanto al proceso de paz, convertido hoy en el principal tema de campaña, los analistas sostienen que su impacto en las encuestas es voluble y hasta caprichoso, pues si arroja algún resultado positivo en el corto plazo la imagen gubernamental sube en cuestión de días y viceversa en caso de picos graves en el conflicto armado. Sin embargo, no se marca una tendencia irreversible.
Por ahora arriesgar más pronósticos y escenarios es muy aventurado. Lo único claro e indiscutible es que la campaña presidencial comenzó con un ritmo alto y será muy difícil que haya tregua pese a estar tan lejos de la cita en las urnas.