El pasado 9 de marzo, los colombianos elegimos 269 congresistas que legislarán entre 2014 y 2018. De estos, 102 son senadores y 167 representantes a la cámara.
Los primeros son elegidos en una única circunscripción y están llamados a representar intereses de carácter nacional, mientras que los segundos, elegidos en 32 circunscripciones departamentales y una más del distrito capital, tienen mayores incentivos para promover iniciativas de interés regional o local.
En este artículo presento una primera aproximación descriptiva sobre la distribución de los votos de los senadores electos, e indago muy preliminarmente si la obtención de votos está relacionada con el alcance de las iniciativas legislativas que los congresistas presentan durante su mandato. Para esto último, me concentro en aquéllos senadores que fueron reelegidos.
Contexto
La Constitución de 1991 introdujo la circunscripción nacional para la elección de 100 de los 102 senadores. Los objetivos de convertir la que antes era una cámara que se elegía por regiones en una de carácter nacional, fueron varios. En primer lugar, se esperaba aumentar la participación y competencia política, sobre todo de nuevos partidos. En segundo lugar, se pensó que la medida atacaría al fenómeno del clientelismo que según los constituyentes, se nutría a través de las maquinarias políticas regionales que tenían los partidos tradicionales. Finalmente, se esperaba mejorar los niveles de representación y de representatividad. Sobre lo primero, los senadores empezarían a actuar como representantes de intereses nacionales y no regionales, y sobre lo segundo, un distrito nacional serviría para que la repartición de escaños correspondiera más directamente a la cantidad de votos obtenidos por cada partido; en otras palabras, se esperaba mejorar los niveles de proporcionalidad (Botero 1998).
La reforma de 1991 tuvo efectos mixtos en su primera década de existencia. Si bien nuevos partidos surgieron y lograron obtener votos a través del territorio nacional, muchos senadores – sobre todo de los partidos tradicionales - siguieron concentrando su caudal electoral en sus regiones de origen. Esto implicaba más altas probabilidades de promover iniciativas legislativas de alcance regional o local, y de incentivar relaciones clientelares entre los electores y los elegidos (Crisp e Ingall, 2002). Además de esto, la proporcionalidad del sistema no mejoró: los congresistas – tanto senadores como representantes a la cámara -, lograban ser elegidos con muy bajas votaciones tras participar en lo que se conoció como “la guerra de los residuos” (Pizarro 2002).
En 2003 se introdujo la reforma electoral que buscaba acabar con la atomización partidista y promover la cohesión y fortalecimiento de los partidos políticos. Las reglas nuevas crearon incentivos para que los candidatos actuaran colectivamente a través de sus partidos, para con ello alcanzar una mayor acumulación de votos. Esto los motivaría, en teoría, a buscar votos nacionalmente. Tres elecciones legislativas han pasado después de esta reforma, y el balance general que se puede hacer es que el sistema de partidos ha logrado organizarse. En las elecciones del pasado 9 de marzo, 9 partidos presentaron listas al Senado de la República. En comparación con los años previos a la reforma, este número representa una disminución de opciones partidistas muy significativa. Ahora bien, ¿significa esto que los senadores hayan dejado de concentrar sus votaciones en los departamentos de los que son originarios? ¿Existe una relación entre el nivel de concentración de las votaciones de los senadores con el alcance que tienen las iniciativas legislativas en el Congreso de la República? En la siguiente sección, presentaré información que responde estas preguntas. El análisis que se presenta es exploratorio y preliminar.
¿Dispersión o concentración del voto?
Ocho de las nueve listas obtuvieron entre el 3,68 y el 15,58% de la representación. Aunque la distribución de escaños no corresponde exactamente a la proporción de votos obtenidos por cada colectividad, las diferencias en el número de curules están dadas por las diferencias en la totalidad de votos de los partidos. Si bien esta conclusión parece bastante obvia, es bastante diferente a lo que ocurría bajo la fórmula que repartía escaños a partir de cocientes y mayores residuos. Con esta última, los partidos podían llegar a obtener la misma cantidad de escaños con votaciones muy diferentes.
La información presentada no nos deja ver el nivel de concentración obtenido por los senadores. Para esto, es necesario desagregar las votaciones generales a nivel subnacional.
El porcentaje de la votación obtenida por los 52 senadores que obtuvieron más del 50% en un mismo departamento, varía entre 50,14% y 92,42%, con una desviación estándar de 10,67%. Los restantes 48 senadores obtuvieron votaciones más dispersas, esto es, ganaron votos más desconcentradamente.
Aunque esta información revela que un poco más del 50% de los senadores le juega a una estrategia electoral de concentración de votos, también es cierto que entre estos casos, hay una variación importante.
Ahora bien, la concentración de votos no necesariamente significa que las iniciativas legislativas de los congresistas sean de alcance regional o local. La mayoría de las iniciativas legislativas de los senadores electos en 2010 y reelectos en 2014 (incluyendo a los representantes a la Cámara que dieron el salto al Senado), fueron de interés nacional. Esto aplica igualmente para los senadores reelectos que no concentraron votaciones mayores del 50% en un solo departamento
La mayoría de los congresistas, independientemente de si concentraron o no votos, promovieron iniciativas legislativas de interés nacional.
Conclusión
Los candidatos al Senado aplican estrategias variadas en su esfuerzo por lograr ser elegidos. Como vimos en este artículo, un poco más de la mitad de ellos decide apostarle a un electorado concentrado en un solo departamento. La otra mitad, apuesta a la consecución desconcentrada de votos a lo largo y ancho del territorio nacional. Candidatos que en 2014 le jugaron a esta última estrategia, son líderes reconocidos nacionalmente bien sea porque tienen una trayectoria electoral larga, o porque son conocidos entre la opinión pública. Algunos ejemplos son los siguientes: Jorge E. Robledo (Polo); Horacio Serpa (liberal); Iván Cepeda (Polo); Juan Manuel Galán (liberal); Armando Benedetti (La U); Antonio Navarro (verde), entre otros. La estrategia escogida, parece no estar relacionada con el comportamiento legislativo de los congresistas. Al menos así lo indican datos sistematizados de la legislatura 2010-2014: la mayoría de los congresistas, independientemente de si concentraron o no votos, promovieron iniciativas legislativas de interés nacional. Esto parece coincidir con una agenda gubernamental que promovió varias de esas iniciativas, y que contó con una coalición mayoritaria en el Congreso. El comportamiento de los senadores recién electos, seguramente estará mediado por la continuidad o ruptura de quien sea elegido en la presidencia del país.