Saltos, volteretas, giros en el aire: Jossimar Calvo, el gimnasta que hace soñar a Colombia con la gloria olímpica, tiene el talento y la tenacidad para coronarse de éxitos deportivos, pero con apenas 21 años su historia destila también logros humanos.
El niño esmirriado y enclenque que encontró su vocación imitando a Jean-Claude Van Damme es el mejor gimnasta colombiano de la historia, con pasaporte a los Juegos Olímpicos de Rio-2016 tras quedar segundo en la clasificatoria entre 64 participantes de cinco continentes.
"Voy con la meta de hacer un buen trabajo, no pensando en el podio", asegura a la AFP durante un alto en su práctica diaria de ocho horas, siete días a la semana, en su natal Cúcuta, en el noreste de Colombia.
Ese ha sido siempre el consejo de su entrenador Jairo Ruiz, gracias al cual se destacó en Guadalajara-2011, los Panamericanos que el atleta tiene tatuados en el brazo izquierdo con una frase en inglés que considera su lema: "Believe in yourself" (Cree en ti mismo).
"El profe me dijo: 'M'hijo, haga la rutina completa. Es lo único que le pido'", relata, sobre el desempeño esperado en cada prueba. "Esa medalla de oro en Guadalajara es la que más aprecio, la que me abrió las puertas", añade, mirándose las manos aún empolvadas del carbonato de magnesio para evitar resbalar en sus piruetas.
En sus palmas y muñecas los callos le sobresalen como cordones. "Vienen de muchos años", explica. A veces arden, "pero son gajes del oficio", aclara. Ser gimnasta duele.
- Un "pelao" de goma -
Con más de 200 preseas en su haber, este joven de 1,60m y 55kg se convirtió en el mayor medallista de su país en una misma justa, con tres oros y dos bronces en los Panamericanos de Toronto-2015. Se había labrado un nombre.
"La fama hay que saberla llevar. Se puede desbordar y cuando un río se desborda ocasiona tragedias", advierte el entrenador Ruiz, al subrayar la importancia de las concentraciones "para rendir mejor" que prevé en las próximas semanas para Jossimar en Brasil, Portugal y Cuba, antes de los Olímpicos de agosto.
Famoso por lo temperamental y exigente, el "profe" Ruiz lleva 38 de sus 59 años formando gimnastas. Conoció a Jossimar cuando era un "pelao" de cinco añitos, dotado de una increíble capacidad de abrirse de piernas y pararse de manos.
"Me lo trajo alguien que vio sus cualidades. Le dábamos el almuerzo y él con cuatro cucharadas quedaba lleno. Y yo decía: 'Trote'. Daba tres, cuatro vueltas, y ya lo hacía yo que se comiera todo", recuerda el hombre que aspira a "dejar huella" en Rio-2016.
Jossimar, abandonado por su padre de pequeño, ve en Jairo "una figura paterna" que lo ha impulsado a mejorar en el deporte, pero también "a crecer como persona".
"Cuando llego al trabajo es mi alumno, cuando salgo es mi hijo", confiesa el profesor, y destaca "la disciplina, la constancia y la perseverancia" de Jossimar, admirador del japonés Kohei Uchimura, exponente del modelo a seguir según Ruiz.
- "Superar barreras" -
La carrera de Jossimar, jalonada de victorias pero también de fracasos, como el decepcionante Mundial de Glasgow en que el equipo colombiano de gimnasia no logró la plaza a Rio-2016, está signada por el sacrificio.
"Vivió momentos muy duros, incluso de no tener para comer", relata su amigo de toda la vida Jhonny Muñoz, otro gimnasta de 22 años. "Ha sido un campeón en superar barreras".
Horas a pie bajo la lluvia por no tener dinero para el bus luego de una larga jornada. Carencias sin fin en el "ranchito" donde vivía solo con su mamá, la modista que estando embarazada cosió para el dueño del circo de los Hermanos Gasca.
"Me fascinaba ver a los trapecistas. Quizás eso sería. Pero nadie de la familia era acróbata. ¡Mi hermano era payaso!", dice entre risas doña Nohora Moreno.
Huele a pollo con champiñones, una de las comidas preferidas de su hijo, en la casa que varias empresas le regalaron a Jossimar en 2011. "Esto es un palacio", exclama su madre.
Hace un tiempo le tocó regañarlo cuando descubrió los tatuajes en los omóplatos: en uno, el rostro de Jesucristo, en el otro, el de su mamá. "Dice que somos sus guardaespaldas", afirma Nohora.
"Mis ángeles de la guarda", precisa Jossimar, quien se ha vuelto también uno para un grupo de niños gimnastas a quienes invita cuando puede a tomar un helado, al cine o a la piscina. "Me gusta ayudar", señala cuando se le pregunta por esos compañeritos que, como él, ponen "verraquera" para salir adelante.
"Él vivió muchas vicisitudes muy feas y es muy especial con los niños", dice Ruiz.
Jossimar sonríe cuando reconoce a un hombre en silla de ruedas que lo espera a la entrada del coliseo. Se acerca y lo abraza: "Bendición", le pide. Es Jesús Romero, su querido "Chuchú", la promesa de la gimnasia colombiana que hace 14 años quedó cuadrapléjico mientras entrenaba.
Era un niño entonces Jossimar y no paraba de llorar, recuerda su madre, que agradece todo el apoyo de los Romero cuando le cuidaron a su hijo porque ella debía operarse. "Jossimar quería dejar la gimnasia", cuenta Nohora sobre el accidente.
Romero se hincha de orgullo cuando habla de su "hijo deportivo": "Es ese sentir de corazón de que lo que yo no pude hacer como gimnasta lo vea reflejado en él", dice, confiado en que "Lentejita", como lo apodó un día, no perderá el "foco" en Rio-2016.