La creación del área protegida más grande del mundo: un santuario marino de 1,8 millones de kilómetros cuadrados en la Antártica es el principal objetivo de la nueva campaña de Greenpeace. El mismo protegería a los pingüinos, ballenas y el resto de los mamíferos antárticos de la pesca desenfrenada que los deja sin alimentos.
Frente a esta amenaza, la ONG ambientalista le pide a los gobiernos de la Comisión de Océanos Antárticos -entre los que se encuentran países de la región como Argentina y Chile- que declaren la creación de un santuario en esta región, y por ende, emprende una expedición a la Antártica en el barco Arctic Sunrise, rompehielos de la flota de Greenpeace.
“Los pingüinos, focas y ballenas que viven en el océano antártico pueden quedarse sin alimento. No sólo sufren las consecuencias del cambio climático sino que ahora la industria pesquera avanza en su hábitat en busca del krill, base de toda la cadena alimenticia de este ecosistema”, dijo Mauricio Ceballos, miembro del área de campañas de Greenpeace Andino.
La creación del área protegida en el mar de Weddell, equivale a 17 veces la superficie de la Amazonia colombiana, y sería un refugio para la fauna marina.
La expedición a la Antártica permitirá que por primera vez el ser humano visite el fondo del Mar de Weddell a través de los submarinos de Greenpeace.
Además, acompaña a la tripulación un grupo de científicos que llevará a cabo investigaciones y documentará las especies de la zona -que luchan contra los efectos del cambio climático, la sobrepesca y la contaminación-, y reunirá pruebas de la urgente necesidad de que los gobiernos creen el santuario.
“El fondo marino de la Antártica puede parecer muy lejano, pero es crucial para el futuro de todos. Un santuario en el Océano Antártico no solo salvaría a los únicos pingüinos, ballenas y focas en esta zona, sino que aseguraría un océano capaz de mitigar los efectos del cambio climático", agregó Ceballos.
Para celebrar el comienzo de la expedición, se vieron esculturas de pingüinos marchando al santuario del Océano Antártico alrededor del mundo: desde Londres a Seúl, Buenos Aires a Sidney, y Nueva Delhi a Washington DC.
“Los pingüinos son muy buenos embajadores para comprender la necesidad de proteger los recursos del océano Antártico”, según declaró hace algún tiempo a la AFP Christian Reiss, un biólogo de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos.
“Son especies emblemáticas de este ecosistema y el futuro de su población dependerá de una gestión eficaz de su ecosistema y de la comprensión del papel del calentamiento global y de los impactos humanos”, añadió.
Un estudio había alertado que las dos terceras partes de las 18 especies de pingüinos del planeta, de las Galápagos hasta la Antártida, están en declive.
Los pingüinos de la Antártida son particularmente vulnerables al cambio climático porque la pérdida de hielo marino afecta a su hábitat (las crías están acostumbradas a la nieve pero no a la lluvia) y porque el calentamiento del agua influye en la abundancia de sus alimentos.
También están amenazados por la sobrepesca de kril antártico, un pequeño crustáceo del que se alimentan los pingüinos, así como por la contaminación y la degradación de sus lugares de reproducción.
Según la lista roja de las especies amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN, por sus siglas en inglés), solamente dos tipos de pingüinos -Adelie y King- logran incrementar su número.
Los pingüinos pasan la mayor parte de su vida en el mar, aunque regresan a tierra para reproducirse y encargarse de sus crías, lo que los convierte en muy accesibles a los investigadores.
“Sabemos que el calentamiento global modifica radicalmente el medioambiente en la Antártida y que los animales de los ecosistemas de este océano luchan por adaptarse”, explica Cassandra Brooks, especialista en pingüinos.
“Los científicos deben seguir trabajando para estudiar las complejas interacciones entre cambio climático y población de los pingüinos”, añadió.