¿La séptima será la vencida? Esa es la pregunta que surge ahora que los bogotanos deberán escoger, en menos de dos meses, a quien sería el séptimo titular de la Alcaldía de Bogotá desde comienzos de 2008.
Esa seguidilla de mandatarios en tan pocos años y el impacto de escándalos de la magnitud del carrusel de la contratación -que sacó del cargo a Samuel Moreno- o el cuestionado cambio en el modelo de aseo, que llevó a la destitución de Gustavo Petro, explican por qué la capital del país atraviesa una de las peores crisis institucionales de las últimas décadas.
Tras la decisión ayer del presidente Santos de emitir el decreto de destitución de Petro, es claro no sólo que el proceso de revocatoria del mandato se aborta de manera definitiva, sino que los bogotanos deberán ir a las urnas a finales de mayo o comienzos de junio para escoger al sucesor de Petro que deberá gobernar hasta el 31 de diciembre de 2015.
Ambiente caldeado
¿Qué se juega Bogotá en esos 18 meses? La respuesta es mucho. De un lado, es evidente que la Administración Distrital necesita un timonazo urgente, pues no sólo arrastra el lastre de un mandato accidentado, profundamente ideologizado, que trató de instigar una especie de lucha de clases y tiene los más bajos índices de gestión y ejecución, sino que en los últimos cuatro meses prácticamente se concentró exclusivamente en la defensa del burgomaestre, distrayéndose peligrosamente de sus tareas de gobierno.
En segundo lugar, el panorama de la capital del país difícilmente podría ser más complicado: caos en la movilidad, una brecha en las relaciones con el Gobierno nacional, un sector privado molesto con las que considera arbitrariedades de la Administración Distrital, temor de los inversionistas por la falta de seguridad jurídica en contratos y concesiones, megaproyectos a paso de tortuga y un ánimo ciudadano cada vez más explosivo y dado a la protesta desesperada para exigir la solución a problemáticas cíclicas y delitos de alto impacto.
Bogotá & presidenciales
Un tercer elemento clave de esta elección atípica de mandatario distrital es que se dará en medio de la contienda por la Casa de Nariño, e incluso la cita a las urnas podría ser entre la primera vuelta presidencial (25 de mayo) y la segunda (tres domingos después, ya en junio). De allí que la escogencia del nuevo alcalde capitalino será un elemento que jugará en la puja presidencial. Desconocerlo sería apenas ingenuo.
Es evidente, por tanto, que uribismo y santismo se trenzarán en un duro pulso por hacerse al poder en una ciudad que en los últimos tres mandatos (Luis Eduardo Garzón, Samuel Moreno y Gustavo Petro) se alineó en la centro-izquierda, pese a que los gobiernos nacionales eran de centro-derecha.
Aunque en principio parecería poco probable que después de los descalabros de los dos últimos gobiernos capitalinos la izquierda (llámese el Polo o el petrismo, que ahora hace parte de la Alianza Verde) vuelva al Palacio Liévano, no se debe perder de vista que si algo ha evidenciado el electorado bogotano es que es imprevisible.
El ejemplo más reciente de esa particularidad se dio precisamente en las elecciones parlamentarias de hace menos de dos semanas. Como se sabe, el uribismo siempre fracasó electoralmente en la capital del país, no sólo durante los ocho años que estuvo en la Casa de Nariño, sino en los comicios regionales de 2011, cuando el expresidente se puso, literalmente, a cargarle el megáfono al candidato a la Alcaldía Enrique Peñalosa, pero éste terminó perdiendo frente a Petro. Sin embargo, el pasado 9 de marzo, pese a que el uribismo está en oposición al Gobierno, no tiene curules en el Concejo Distrital y era abierto crítico de la administración Petro, su lista cerrada a la Cámara terminó siendo la más votada, al lograr 320 mil votos y conquistar 5 de las 18 curules de la bancada capitalina.
Sin embargo, si se suman los escaños logrados por los cuatro partidos de la coalición de Unidad Nacional, el santismo termina superando al uribismo.
Lo cierto es que ambas facciones han jugado en el último año un papel muy distinto en la capital del país. Mientras que con el parlamentario Miguel Gómez Martínez a la cabeza y el refuerzo reciente del exvicepresidente Francisco Santos, una facción del uribismo era la que jalonaba la campaña de revocatoria, los partidos de la Unidad Nacional se habían mantenido, mayoritariamente, neutrales frente a ese proceso.
Sin embargo, el pulso entre uribistas y santistas no será el único en la puja por la Alcaldía bogotana, pues hay más opciones y es seguro que se jugarán a fondo, entrecruzándose también con la contienda presidencial. Por ejemplo, es claro que la Alianza Verde tiene que moverse. De un lado, porque su candidato presidencial Enrique Peñalosa, que ha buscado infructuosamente en dos ocasiones volver al Palacio Liévano, sabe que una derrota de su movimiento en la capital del país influirá en la psiquis del electorado a la hora de las presidenciales. Y, de otro, porque estos comicios ahondarán el pulso interno en la Alianza, toda vez que allí confluyen el peñalosismo y el petrismo (a través de Progresistas), corrientes que han demostrado no tener ningún tipo de empatía política.
Prueba de lo anterior son los recientes resultados de la consulta interna, en la que si bien Peñalosa sumó dos millones de votos, sus rivales, Camilo Romero (petrista) y Jhon Sudarsky (mockista), alcanzaron más de 1,1 millones de votos claramente antipeñalosistas, en tanto que el volumen de votos nulos y no marcados también fue similar.
¿Más periodo?
Como se dijo, lo único claro en estos momentos es que habrá cita en las urnas en menos de dos meses y quienes aspiren a ser el alcalde por 18 meses de la capital del país, tienen que acomodarse ya en el partidor.
Sin embargo, antes de entrar en esa instancia, es necesario señalar que hay un elemento que podría variar de forma sustancial la nómina de aspirantes. El presidente Santos se ha mostrado partidario de la posibilidad de ampliar el periodo de los actuales gobernadores y alcaldes, pasando de cuatro a seis años. En otras palabras, que los mandatarios departamentales y municipales que terminan periodo en diciembre 31 de 2015 puedan ir hasta el último día de 2017.
Aunque se trata de una propuesta apenas, que además está sujeta a consensuarla con la coalición de Unidad Nacional y que, obviamente, dependerá de que la reelección presidencial se concrete, es obvio que hay una gran diferencia entre estar al frente de la capital del país por 18 meses a manejar la ciudad por tres años y medio. Las nóminas de aspirantes en uno y otro escenario serían muy distintas, pues en el primer caso se trataría de un mandatario de transición, mientras que en el segundo sería un periodo casi cuatrienal, similar al que existe hoy.
Como se dijo esa duda asalta a más de un dirigente en la capital del país, más aún cuando ya hay varios que han admitido públicamente que no les interesa lanzarse ahora, sino que se reservan para los comicios de octubre del próximo año. Pero si llegaran a prologarse los periodos de los actuales mandatarios, entonces no habría comicios en 2015. He ahí el dilema.
El sonajero
Hecha la salvedad anterior, se puede entrar a revisar quiénes podrían lanzarse para, inicialmente, tratar de dirigir a la ciudad por escasos 18 meses.
En principio habría que aclarar que así se trate de una elección atípica, el régimen de inhabilidades para candidatizarse es el mismo que para una escogencia ordinaria de alcalde. Esta restricción legal, de entrada, pone fuera del partidor a varios de los candidatos de 2011, como Gina Parody (hoy en el SENA) o Carlos Fernando Galán (senador electo). Igual no se lanzará Peñalosa, pues está en la contienda presidencial. Se ha escuchado hablar de otros dirigentes que en el pasado aspiraron al Palacio Liévano, como Carlos Moreno de Caro y William Vinasco Ch. Hasta se mencionó al exalcalde Jaime Castro…
También se especulaba ayer sobre la posibilidad de que el petrismo fuera representado en la elección de nuevo alcalde por el actual concejal Carlos Vicente de Roux, al igual que se hablaba sobre posibles aspiraciones de exconcejales y otros dirigentes que se quemaron en las recientes elecciones a Cámara y Senado.
Un aspirante cantado sería el exvicepresidente Francisco Santos, quien lideraría las banderas uribistas, aunque podría salirle competencia en esa facción. Además, falta por establecer si el expresidente Uribe y el candidato presidencial Zuluaga, así como la bancada electa a la Cámara por Bogotá, le darían la bendición.
Aunque se mencionaron también varios nombres de ministros del gobierno Santos, lo cierto es que están inhabilitados aquellos que renunciaron en el segundo semestre del año anterior.
Igual, según conocióEL NUEVO SIGLO, hay sectores que consideran que debería convocarse una especie de “pacto por Bogotá”, en donde todos los partidos, al menos los santistas, se unieran en torno a un candidato único del más alto perfil para que saque a la capital del país del abismo en que se encuentra. Incluso se alcanzaron a mencionar nombres de reconocidos empresarios, dirigentes del sector privado, académicos, exministros y ex altos cargos a nivel nacional e internacional.
Por ahora todo resulta en especulaciones, sin embargo es claro que al ser una campaña contrarreloj, los candidatos deben empezar ya a posicionarse en el partidor. La escasez del tiempo prácticamente que exige que el aspirante sea una persona reconocida en la opinión pública capitalina. Tampoco se puede perder de vista que por más que un candidato prometa lo divino y lo humano para corregir el rumbo de la ciudad, tendrá que someterse al Plan de Desarrollo de Petro, denominado “Bogotá Humana”.
Los capitalinos, pues, tendrán que buscar en las urnas el nuevo norte de la ciudad. Será una decisión trascendental en la que, sin exagerar, el margen de error será mínimo, dado que Bogotá no aguanta más improvisaciones ni experimentos programáticos o gubernamentales. ¡A las urnas, pues!