El conflicto en Siria ha llegado a una situación crítica, luego de más de dos años de haberse iniciado la rebelión popular contra el régimen dictatorial. Parece que ahora es inevitable la intervención de Occidente en esta contienda que ha sido especialmente cruenta por las acciones violentas y despiadadas del gobierno sirio, al que Washington había advertido que las cosas serían a otro precio si se daba el caso de empleo de armas químicas contra la población. A este extremo condujo la determinación del presidente Bashar al Assad de emplear estos elementos prohibidos.
En la Casa Blanca ya no tienen dudas de que sí se utilizaron estas armas que provocaron centenares de muertos. El tono de declaraciones del Secretario de Estado donde señala que ya no se discutirá si atacar militarmente al régimen de Bashar al Assad, sino cuándo y con qué intensidad, con participación de un grupo de países aliados, corrobora esta especie de ultima ratio.
Bashar al Assad, seguramente al no tener alternativa, ya que sería juzgado por tribunales internacionales, podría correr igual suerte que la de Kadafi, y morir en suelo sirio. Él lo ha dicho, que no se irá de su país.