Diego Armando Maradona, el ‘D10S’ irrepetible | El Nuevo Siglo
DIEGO ARMANDO Maradona dejó una huella imborrable en el fútbol por su genialidad, inteligencia y liderazgo.EL FÚTBOL lo fue todo para Maradona y a él le dio lo mejor. Sus logros son admirables.
Foto AFP/Getty images
Miércoles, 25 de Noviembre de 2020
Redacción Deportes

Su gambeta endemoniada, zurda prodigiosa, picardía y liderazgo hicieron de Diego Armando Maradona un genio del fútbol que cautivó al mundo, el mismo que hoy llora su partida.

Pudo empezar a brillar en el Mundial de Argentina en 1978 pero el técnico César Luis Menotti apostó por la experiencia antes que por la clase que ya mostraba ese joven nacido en el barrio Villa Fiorito, a cuyo potrero iba todos los días a gastar las únicas zapatillas que tenía y a maravillar con sus genialidades a quienes lo acompañaban o simplemente pasaban por casualidad. Pocos podían resistirse a observar su dominio del balón y la precisión para ponerlo donde quería.



La decisión de Menotti sorprendió porque ya el ‘Pelusa’ había debutado con la Albiceleste en la victoria 5-1 frente a Hungría, cuando tenía 17 años, apenas 24 meses después de su primer partido con Argentinos Juniors, cuando corría el año 1976.

Se inmortalizó no solo por la “mano de Dios” en el Mundial de México 86 y el gol más hermoso de la historia de los torneos orbitales, sino por su talento, su magia con la pelota y porque era capaz de resolver solo un partido por más marca que le pusieran para anularlo.

Prueba fehaciente de ello, en ese encuentro histórico, es esa imagen de cinco defensas superados a pura gambeta y en larga carrera, un portero que sale a cortar y queda a medio camino porque Diego tocaba el balón justo antes para impulsarlo al fondo del arco inglés: un manjar imperdible, sublime, arrogante y vengativo para millones de argentinos por aquello de la pérdida de las Malvinas.

Pudo venir a Colombia, al América de Cali, al que le pidieron US$1 millón por su transferencia, pero el temor a que no fuera el crack que promocionaban, frustró el traspaso.

Su zurda maravillosa, con la que dominaba un balón a su antojo, o una naranja -como lo hizo alguna vez en El Campín- o incluso una simple tapa de botella de refresco, lo catapultaron rápidamente a la fama. Era, de lejos, el jugador de su época con más rapidez mental en el campo de juego.

Tuvo la fortuna de consagrarse campeón muy joven, en el Mundial Sub-19 de Japón en 1977 con la victoria de Argentina 3-1 ante la Unión Soviética. En esa ocasión convirtió de tiro libre el tercer gol de la albiceleste. Todo ello dos años antes de llegar al club de sus amores: Boca Juniors.

Tras lo de México del 78, el fútbol de élite le dio la revancha y el 13 de junio de 1982 jugó su primer partido en un mundial de mayores. Fue en la derrota ante Bélgica (1-0) en la inauguración de la Copa de España. Sin embargo, su mayor satisfacción fue levantar la Copa Mundo de México en 1986.


Tuvo la fortuna de consagrarse campeón muy joven, en el Mundial Sub-19 de Japón en 1977 con la victoria de Argentina 3-1 ante la Unión Soviética


En cada cancha por la que pasaba quedaban recuerdos imborrables para quienes lo veían jugar y luego se le acercaban para pedirle un autógrafo o tomarse una foto con un ídolo que, generalmente, no se negaba.

Profeta en su tierra, en donde hasta le crearon la ‘Iglesia maradoniana’, el ‘Pibe de oro’ fue también un verdadero ídolo en Italia, en donde con la camiseta del Nápoles hizo -futbolísticamente hablando- el milagro de disminuir las distancias que existen entre la pobreza del sur y la riqueza del norte peninsular. Claro, el 10 argentino ya venía de hacer historia con el Barcelona de España, que se lo había comprado al Boca.

En todo su esplendor

De ese joven de cabello desordenado, que parecía pasado de peso pero era incontenible, se enamoraron los hinchas del Nápoles, a quienes les dio una Copa de la UEFA (1989), dos títulos de Liga (1987 -el primero que conseguía en toda su historia- y 1990), una Copa de Italia (1987) y una Supercopa de Italia (1990).

“El Diego”, como le decían en muchas partes del mundo, cambió la historia de lo que ahora se conoce como Serie A porque la magia del ‘Pelusa’ puso a los pies del Nápoles a los grandes, como Juventus Milán o Inter…

Y, prueba del amor por el ‘10’ argentino, es que ayer el escenario se iluminó y sus fans se citaron en la que fue la vivienda del ‘Pibe de Oro’ en su estancia en Italia.

“Para siempre. Ciao Diego”, era el mensaje del Nápoles en sus cuentas oficiales tras confesar que no tiene palabras ante tanto dolor.

No obstante, más allá de su amor por el Nápoles, Argentinos Juniors o Boca, la verdadera y gran pasión del ‘Pelusa’ fue la selección albiceleste, que lo vio debutar el 27 de febrero de 1977 y lo tuvo como hijo mimado durante 17 años. Con ella, aparte del título del 86, ganó un subcampeonato global en Italia 90, cuya final perdió con Alemania 1-0. Uno de los días más tristes para Diego en toda su vida.



Además, Maradona se dio el gusto de dirigir la escuadra gaucha. El 4 de noviembre de 2008 asumió las riendas y la clasificó al Mundial Sudáfrica-2010, en donde fue eliminada en cuartos de final ante Alemania en un estruendoso 4-0. Tras ello, triste, dejaría el cargo.

En esa faceta de técnico, dirigió en Emiratos Árabes Unidos, en México y clubes en su país. También fue animador de televisión en el programa “La Noche del 10” y participó de partidos benéficos y de despedidas de colegas en todo el planeta. Por ejemplo, estuvo en el homenaje al ‘Loco’ René Higuita, en la que como parte del espectáculo prepararon y repitieron el escorpión que el arquero colombiano hizo en Wembley. Hasta cuando la salud se lo permitió, siempre estuvo vinculado al fútbol, su gran pasión y designio vital.

Polémico

Sabiéndose un ídolo no posaba de puritano ni le gustaba que lo pusieran como referencia de las nuevas generaciones. “Sólo les pido que me dejen vivir mi propia vida. Yo nunca quise ser un ejemplo”, dijo en alguna ocasión para defender, que no justificar, su accidentada vida fuera del campo de juego.

No le temía a la polémica y, por el contrario, la buscaba. Por ejemplo, no tuvo inconveniente en besar en la boca a su gran amigo Claudio Paul Caniggia, tras una jugada de gol. Y menos para ‘cantarles la tabla’ a la dirigencia del fútbol en su país, en Suramérica e incluso a las poderosas cabezas de la FIFA.

La de Diego fue una vida de contrastes. Fue aplaudido en cada estadio por el que pasaba, admirado por su clase futbolística, zurda prodigiosa, velocidad y liderazgo. Y también fue repudiado, muchas veces en voz baja, por su adicción a las drogas, al alcohol y por sus amistades polémicas, que fueron desde los cabecillas de la mafia italiana hasta los hermanos Fidel y Raúl Castro, Hugo Chávez o Nicolás Maduro.

AFP

La vida lo golpeó muchas veces y las derrotas también marcaron su vida. En nuestro país, por ejemplo, es imborrable aquella del 5 de septiembre de 1993 en la eliminatoria para el Mundial de Estados Unidos. Ya no era jugador activo pero fue al estadio en Buenos Aires a ver a su Argentina del alma, que ese día cayó 5-0 ante Colombia. En un acto de gallardía terminó aplaudiendo al Pibe Valderrama y compañía.

Uno de sus días más negros fue, sin duda, la sanción de 15 meses sin jugar que le impuso la federación italiana el 6 de abril de 1991 por consumo de cocaína.

Un capítulo que se repetiría años más tarde. La detección de efedrina en su organismo lo obligó a salir con la cabeza gacha del Mundial de EU-1994. En el Cotton Bowl de Dallas, ciudad en la que en noviembre de 1963 fue asesinado el presidente estadounidense John F. Kennedy, la noticia explotó como una bomba en una calurosa tarde de julio.

La vida de Maradona, sin embargo, continuó a pesar de una nueva pena impuesta por la FIFA.

Para entonces la estrella de Diego ya se había apocado, al menos dentro del campo, a pesar de reiterados intentos de regreso a equipos argentinos, entre ellos, claro está, Boca Juniors.

Fue entonces cuando pronunció otra de sus célebres frases: “me cortaron las piernas”. Acababa así su magia en las canchas.

Inolvidable

Lo que representa Maradona a nivel mundial está reflejado en las reacciones este miércoles de los más grandes, como Lionel Messi: “Un día muy triste para todos los argentinos y para el fútbol. Nos deja pero no se va, porque el Diego es eterno”.


Uno de sus días más negros fue, sin duda, la sanción de 15 meses sin jugar que le impuso la federación italiana el 6 de abril de 1991 por consumo de cocaína


O de Zinedine Zidane: “Una pérdida enorme para el mundo en general y para el mundo del fútbol en particular”.

O Pelé: “Qué noticia triste. Perdí a un gran amigo y el mundo perdió a una leyenda. Aún hay mucho por decir, pero por ahora, que Dios les dé fuerza a los familiares. Espero que algún día podamos jugar juntos al fútbol en el cielo”.

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Más allá de sus errores, lo cierto es que a Diego el mundo lo recordará no por su vida disipada, sino por lo que hizo por el fútbol, por lo que le dio a punta de goles… de golazos, por esas jugadas geniales e irrepetibles. Porque siempre fue un líder y no ocultó su forma de ser.

En la cancha siempre habló, supo motivar a sus compañeros, levantarles el ánimo cuando todo parecía estar perdido o cuando se necesitaba una voz que hablara sin miedo a quien fuera.

La partida de Maradona es una tragedia para los amantes del fútbol. Es una pérdida irreparable. No habrá otro ‘Pibe de Oro’ de tantos quilates. Fue un punto aparte y la forma en que ayer todo el planeta lamentó su partida es prueba fiel de su dimensión universal.