Pantocracia y satrapía | El Nuevo Siglo
Martes, 16 de Noviembre de 2021

Ha llegado el momento de sustituir el discurso sobre la “era de la información” por el de la ‘pantocracia’.
Es fácil recordar aquellas muestras de arte románico y bizantino en que el Creador aparece sentado en el trono, bordeado por una óvalo y bendiciendo al mundo entero.
Se trata de la imagen del pantocrátor, o sea, del todopoderoso, como el mismo nombre lo indica.
Por ende, podríamos definir la pantocracia como la recolección absoluta de datos colectivos e individuales con el propósito de controlar el carácter y los modos de comportamiento tanto individuales como grupales.
De hecho, el control de datos siempre ha sido la clave de las relaciones de poder.
Pero en estos tiempos del infosistema global, más aún.
Hoy, esas grandes plataformas de cobertura planetaria están dedicadas a la captura masiva de datos sobre nuestra vida íntima.
Mediante algoritmos diseñados para la manipulación y el chantaje, ellas saben más de nosotros que nosotros mismos.
Entre otras razones, porque es sumamente fácil hacerlo: nuestras rutinas son muy limitadas y su seguimiento no demanda mayores esfuerzos.
Adquirimos cúmulos de productos bien delimitados; nos informamos a diario mediante canales ideológicos o estéticos claramente definidos y repetitivos ; tenemos un grupo de amigos muy estrecho (que con suerte, llega a dos o tres); los círculos profesionales están ultraespecializados; y los repertorios de diversión son variados pero pueden agruparse en torno a unas cuantas líneas específicas.
Dicho de otro modo, nuestro perfil de comportamiento político y comercial puede ser trazado e intervenido con particular rapidez y precisión.
Y cuando ese perfil es instrumentalizado por métodos de inteligencia artificial, el resultado es una manipulación demoledora que puede reforzar ciertas conductas en detrimento de otras, crearnos mundos posibles, e inducirnos a actuar en esta o aquella dirección con pasmosa sutileza.
El ‘sultanismo cibernético’ de Facebook no va a desaparecer tan solo con el cambio de nombre; al de Google hay que sumarle el chantaje político o el ransomware ideológico ; y al de Twitter hay que agregarle la piromanía sociológica.
Con semejante repertorio, tales megamotores van a querer controlar las dos grandes dimensiones en las que se basa el destino de los Estados: la seguridad humana (la del individuo), y la seguridad nacional. 
Por tanto, toda esta manipulación del “gran hermano” digital, pasa a ser la versión actualizada del efecto dominó.
Efecto dominó porque se formarán congregaciones de gobiernos afines al ‘colectivismo burgués’; las Fuerzas Armadas serán debilitadas al máximo y toda corriente pluralista y defensora del ingenio individual, la libertad de elegir y los valores conservadores de la democracia será perseguida.
Será perseguida con la injuria, la propagación de rumores, la distorsión de la realidad, el daño a la reputación personal e, incluso, el homicidio.
Y todo eso tiene nombre propio, no lo olviden: ‘satrapía digital’. 
vicentetorrijos.com