Laura Mora, en busca de la tierra prometida en “Los reyes del mundo” | El Nuevo Siglo
“Esta película es un viaje incierto, y así también fue hacerla, muy intuitivamente, no siempre tenía todas las respuestas, era también mi propio viaje a lo desconocido”: Mora.
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Martes, 4 de Octubre de 2022
Redacción Cultura

La Academia Colombiana de Artes y Ciencias Cinematográficas dio a conocer que la película elegida por sus miembros, para representar al país en los Premios Óscar 2023, es “Los reyes del mundo”, de la directora Laura Mora y las productoras Cristina Gallego y Mirlanda Torres.

El triunfo de este filme se suma al que obtuvo en días pasados en el que alcanzó el premio a Mejor Película en el Festival de Cine de San Sebastián.  

Ayer en la mañana se realizó la proyección de la película a medios de comunicación. En entrevista con su directora, Laura Mora, se conoció que llegará a las salas de cine de Colombia el próximo 13 de octubre. La cinta cuenta la historia de cinco jóvenes que emprenden un viaje para reclamar las tierras que uno de ellos heredó de su abuela y que la violencia quiere arrebatarles.

EL NUEVO SIGLO: ¿Qué quiso mostrar con esta película?

LAURA MORA: Siento que lo que nos muestra la historia, y en particular la de este país, es que la violencia es una especie de patrimonio de la masculinidad. Es difícil, en especial para los jóvenes de ciertos contextos. Al final la guerra la han vivido ellos. Un montón de muchachos jóvenes y humildes peleando y defendiendo los intereses de hombres poderosos. Quisimos demostrar que no debería haber territorios vetados, que no podemos imposibilitar a nadie el acercamiento a la belleza; eso también es un acto de resistencia. A su vez constatar que de alguna manera el poder de los violentos también radica en la construcción del rumor mismo de la violencia, que genera tanto miedo que impide la entrada en contacto con el territorio.

ENS: ¿Cómo o hacia dónde es el viaje de “Los reyes del mundo”?

LM: Siento que en la historia del país se nos ha hablado de cómo la gente ha sido desplazada y, por el contrario, yo quería hacer el viaje al retorno, a buscar ese lugar donde se sueña estar a salvo. Es una aventura muy romántica, eso de pensar en una especie de “tierra prometida”, eso de soñar con una posibilidad de justicia, de creer que quizás ese Estado siempre ausente pueda por fin cumplir una promesa. Pero siento que todos en el fondo estamos buscando un lugar donde sentirnos a salvo, donde poder existir libremente.

ENS: En esta película hay muchos conceptos como el sentido de pertenencia, el territorio o los abrazos. ¿Cómo logró unirlos y hacerlos presentes?

LM: En el proceso de casting de “Matar a Jesús” cuando a los chicos se les preguntaba por su mayor deseo hubo una respuesta repetitiva: tener un lugar simbólico o físico, un espacio donde nadie los molestara. Eso me llamó mucho la atención. Esos deseos que esos jóvenes manifestaban parecían tener eco en mis preguntas sobre el paisaje, sobre la posesión forzada de las tierras en Colombia, sobre todos aquellos que habían perdido ese lugar en el mundo por culpa de la violencia, y que el aparato judicial no les apoyaba en su reclamo de justicia. En esta especie de viaje a la tierra prometida que la película propone, estos cinco chicos se van encontrando con otros personajes que también habitan en el margen, que también han sido abandonados por el Estado y tocados por la violencia, y que se convierten en pequeñas ‘islas’ que los acogen, que delimitan entre lo real e imaginario, donde siempre encuentran algo de afecto, algo en ruinas que contiene dignidad y belleza. 



ENS: ¿Cómo trabajó el tema de la masculinidad y la violencia con los protagonistas?

LM: Lo más bonito con estos personajes en particular es que son muy distintos los unos a los otros, a pesar de que comparten el venir de lugares muy duros. Sin embargo, debo decir que lo que más me ha sorprendido en este proceso tan largo que llevo con ellos, es el reconocimiento del afecto. Me sorprende cuán afectuosos son entre ellos. Esto también es una manera diferente de aproximarse a este universo masculino. El reconocimiento de los afectos, de la ternura, de la hermandad. Porque a los hombres se les dice, especialmente en nuestro contexto, que tienen que imponerse a la fuerza ante alguien o algo. Para ser hombre tienen que conquistar una esquina o desplazar un territorio, ser patrón, demostrar la fuerza constantemente. Eso hace parte de lo que consideramos masculinidad. Y de repente, estos chicos rompen un poco con esto y de manera natural se abrazan, son solidarios, manifiestan su afecto, piensan colectivamente, pero también con la misma facilidad se “cascan”. Siento que el conflicto igual es inevitable, que hay algo muy errático en ellos. No se pueden desprender tan fácil de todo lo que han visto y aprendido toda su vida. Libran una batalla diaria dentro de ellos mismos también.

ENS: ¿Cómo logró ganarse la confianza de este grupo de jóvenes con los que estableció una relación tan cercana?

LM: La construcción de confianza cuesta mucho, y en un país donde la confianza se ha minado todo el tiempo, ese hilo es muy frágil y toca cuidarlo. Una vez se establece ese vínculo, hay una exigencia y un compromiso permanente a no fallar, a cumplir con la palabra. A estos chicos la sociedad les ha fallado profundamente, incluso desde antes de nacer, entonces desconfían todo el tiempo. Y están en su derecho de hacerlo; por eso, para mí mantener la confianza era fundamental, la manera más ética, humana y horizontal de relacionarnos. Yo no puedo, y sería además irresponsable de mi parte, garantizar que la experiencia de hacer una película le puede cambiar la realidad a alguien. La vida y la realidad social de nuestro país son demasiado complejas. No puedo, ni quiero, tener una actitud salvadora. 

ENS: Desde el pensamiento, la película lleva varios años. ¿Se siente orgullosa del resultado?

LM: Sí, es increíble lo que creció. “Los reyes del mundo” de hoy, es muy distinta a la que pensé en principio, pero creo que es mejor. Me enseñó a reconocer la belleza en la fragilidad. Los chicos además fueron mis más grandes maestros. Creo que en esta película he estado más vulnerable que en cualquier otro proceso creativo. Es una producción hermosa, porque me enseñó que el arte solo es posible cuando aparece la vulnerabilidad, la grieta, la veladura, cuando algo está un poco roto. Esta película es un viaje incierto, y así también fue hacerla, muy intuitivamente, no siempre tenía todas las respuestas; era también mi propio viaje a lo desconocido.