Tremores bélicos en Taiwán | El Nuevo Siglo
Martes, 2 de Agosto de 2022

* ¿Hacia la Tercera Guerra Mundial?

* ¡No es tiempo de provocaciones!

 

Para el mundo no es buena noticia, desde luego, que se tensionen las relaciones de Estados Unidos y la China a raíz de la visita de Nancy Pelosi a Taiwán. Mucho menos, claro está, en medio del ambiente turbulento que vive el globo por cuenta de la guerra ya prolongada que se desarrolla por la intempestiva invasión rusa a Ucrania, de comienzos de año, y que ha inferido una lesión enorme a la economía mundial.

Pero justo cuando al menos se daba un acuerdo puntual para sacar urgentemente los cereales de esa zona de Europa Oriental se produce un nuevo foco de tensión orbital, ya no en Rusia y Ucrania, sino en Taiwán.

Como se sabe, esta isla, a pocos kilómetros de China, ha sido bastión del anticomunismo, luego de que se estableciera allí una democracia en toda la línea frente a la revolución maoísta de 1949, que dio al traste con la última monarquía establecida en el gigante continental. Utilizada como refugio por la resistencia, desde hace décadas pudo erigirse a plenitud el sistema democrático, entre 23 millones de habitantes, convirtiéndose en uno de los milagros económicos de Asia. Pero de un tiempo para acá el gobierno de Pekín ha venido aumentando sus reclamos, puesto que quiere retornar este territorio a su dominio y establecer la soberanía de una sola China.

Es por ello, precisamente, que el gigante asiático ha visto como una afrenta la visita de ayer de la presidenta de la Cámara de los Estados Unidos, Nancy Pelosi, a la antigua isla de Formosa (Hermosa). Para el gobierno de Pekín esto es una violación de los principios diplomáticos de una sola China, impactando seriamente los comunicados conjuntos y las relaciones sino estadounidenses, puesto que consideran que una actitud como la de Pelosi favorece abiertamente el espíritu “secesionista” taiwanés y la independencia “gradual”. Y es también, según su criterio, una conducta que desconoce las declaraciones de la ONU que admiten el principio de una sola China.

Por su parte, Pelosi ha dicho que su viaje solo pretende defender la democracia taiwanesa de las amenazas autocráticas de Pekín. Si bien Taiwán mantiene relaciones “no oficiales” con Washington, tiene un vigoroso intercambio comercial y cultural que se ha venido desarrollando en los últimos 50 años hasta el punto de ser ambos gobiernos aliados irrestrictos. Y en ese sentido Taiwán es uno de los focos centrales de los intereses estadounidenses en Asia y uno de los emblemas democráticos del área. De suyo, vale reiterar, como lo dijimos en el editorial de ayer, que Taiwán aporta el 50% de los microchips del mundo.

En ese orden de ideas, lo que en la actualidad se presenta es un diferendo de grandes proporciones que, aunque latente durante décadas, solo hasta ahora comienza a perfilarse en su dimensión verdadera. Y que ciertamente puede llevar a una eclosión de magnitud impredecible si finalmente se afecta, por cualquiera de las partes, el statu quo que se había acordado implícitamente en tantos lustros.

Porque mientras que para China la llamada cuestión de Taiwán es lo “más importante, más esencial, y más sensible” de las relaciones con Estados Unidos, para estos el complejo asunto también hace parte fundamental de su visión del mundo, tratándose de la defensa de la democracia en el desarrollo de su frontera allende el Pacífico. Bajo esa perspectiva, el gobierno de Pekín ha dicho que tomará, sin dudarlo, “todas las medidas necesarias para defender resueltamente su soberanía nacional e integridad territorial”. Y del mismo modo, el gobierno de Washington, a través del propio presidente Joe Biden, ha dejado entrever, desde hace unos meses, que Taiwán es un punto de honor innegociable.

De hecho, los reiterados sobrevuelos ayer de aviones militares chinos por el estrecho de Taiwán y el patrullaje de portaviones norteamericanos por la zona son tan solo una demostración de lo que puede ocurrir. De abrirse otro flanco bélico en el orbe, adicional al de Ucrania, y todavía peor, un teatro operativo donde ya no solo Rusia sino China estén confrontadas con Estados Unidos, parecería indeclinable comenzar a hablar de Tercera Guerra Mundial, con todas sus consecuencias nefandas.

En ese sentido, lógicamente lo más aconsejable, en medio de la telúrica situación que vive el mundo, es no echarle más combustible al fuego. Mal se haría, para los intereses orbitales, que el gobierno de Xi Ying Pin tomará como un designio de su nuevo mandato, próximo a inaugurarse, la toma a rajatabla de Taiwán o que, de otra parte, el partido demócrata usara la difícil problemática de la isla para tratar de afianzarse hacia las complicadas elecciones de noviembre. ¡No es tiempo de provocaciones!