Perú, retos del aquí y ahora | El Nuevo Siglo
Miércoles, 9 de Junio de 2021

 

  • Incierto desenlace de las elecciones presidenciales
  • Pandemia y crisis institucional, problemas urgentes

 

La definición de las elecciones presidenciales en Perú concentraba anoche toda la atención. Faltando un poco más del 3% de las mesas por escrutar, la diferencia entre el candidato de izquierda Pedro Castillo, que llevaba la delantera, sobre su rival Keiko Fujimori era menor a los 90 mil votos.

Así las cosas, la oficialización del ganador o ganadora bien podría tardar varios días, no solo por la estrechez de los resultados, sino porque las campañas, sobre todo la de la aspirante de la derecha, impugnaron los reportes de cientos de mesas.

No es la primera vez que se presenta este escenario en los comicios incas, ya que en algunas definiciones la oficialización de los resultados de las urnas solo fue posible una, dos o más semanas después, con diferencias de apenas unos pocos miles de votos, más aún en un país en donde el sufragio es obligatorio.

Así las cosas, por más que anoche algunos sectores políticos en la vecina nación se apresuraron a decir que Castillo ya era el más seguro mandatario a asumir el poder el 28 de julio, lo cierto es que ni este se arriesgó a declararse vencedor ni su rival daba muestras de querer admitir la derrota. Por el contrario, de lado y lado se alistaban arsenales de medidas jurídicas para defender sus respectivos intereses.

En ese orden de ideas, lo único claro por el momento es que sea quien sea el nuevo timonel inca le esperan grandes, difíciles e inmediatos retos.

De entrada, la principal tarea será la de acelerar el plan de contingencia contra la pandemia. No hay que olvidar que, lamentablemente, con más de 180 mil muertes producidas por el coronavirus Perú es el país con más fallecimientos por millón de habitantes en todo el planeta. Pero no solo es la alta letalidad, sino que el sistema de salud está al borde del colapso y las campañas de vacunación masiva avanzan muy lentamente frente a la velocidad y el número de contagios.

En segundo lugar es evidente que el nuevo mandatario o mandataria tendrá que abocar un proceso de recuperación económica más contundente. Tras caer 11,2% en 2020 por efecto de las cuarentenas y la parálisis productiva, el coletazo a la rentabilidad empresarial, el empleo y el ingreso de las familias ha sido muy fuerte. Los indicadores de pobreza aumentaron y ambos candidatos coincidieron en que la brecha entre el campo y las zonas urbanas llegó a límites alarmantes.

Ahora, reactivar todo el aparato productivo en el corto plazo será muy complicado, sobre todo porque la economía continúa dependiendo en alto nivel de la minería, cuyo panorama global es de por sí muy ambivalente. Hoy, por ejemplo, las apuestas se hacen sobre los altos valores del cobre.

Pero los retos no terminan ahí. La población peruana está muy fracturada desde el punto de vista político, económico, social e institucional. Las elecciones presidenciales han puesto de presente una polarización muy alta, quizá sin antecedentes. Las encuestas evidencian que la ciudadanía señala, incluso por encima de la crisis sanitaria, a la corrupción, el desprestigio de los poderes públicos, el desempleo y la inseguridad como los problemas más graves del país.

De igual manera, ante el incierto escenario político y electoral, muchos proyectos de inversión están parados, en espera de que se defina el rumbo presidencial, incluso más allá de la evolución de la pandemia.

Sin desconocer la complejidad de los anteriores desafíos, el mayor reto del nuevo presidente o presidenta será el de devolverle al Perú la estabilidad institucional. Los escándalos de corrupción se han llevado por delante a casi todos los mandatarios y exmandatarios de este siglo. De hecho, el actual jefe de Estado es provisional luego de que en noviembre pasado en menos de cinco días hubo tres presidentes.

El Congreso tampoco puede sacar la cara. En medio de escándalos, juicios políticos amañados y maniobras poco claras ha sido protagonista de primer orden en el fracturamiento de la estructura estatal. Apenas el poder judicial, no exento de rifirrafes, se ha logrado mantener como la columna que evita el colapso del andamiaje institucional inca.

Ese es, pues, el difícil panorama que enfrentará el ganador o ganadora de los comicios del domingo. Asumirá un país dividido, con la peor crisis económica y social de las últimas décadas y con una emergencia sanitaria que ha golpeado sin piedad a la población y el sistema productivo. Sin embargo, Perú es una nación con mucha resiliencia que siempre ha dado muestras de salir adelante y no rendirse. A esa capacidad nacional deberá acudir, como premisa básica, su nuevo o nueva mandataria para enfrentar estos desafíos del aquí y ahora.