La leyenda de Francisco El Hombre | El Nuevo Siglo
Viernes, 26 de Abril de 2019

Sobre la persona de Francisco Moscote Guerra se ha construido una leyenda que se transmite de generación en generación en el Magdalena Grande en la que, en ocasiones, no resulta fácil distinguir qué es realidad y qué es producto de la imaginación popular, al punto de que algunos creen se trata de uno de los personajes  de ficción de Cien años de soledad.

García Márquez dice en esta, su obra cumbre, que “Francisco El Hombre era un anciano trotamundos de casi 200 años que pasaba con frecuencia por Macondo divulgando las canciones compuestas por él mismo. En ellas, Francisco El Hombre relataba con detalles minuciosos las noticias ocurridas en los pueblos de su itinerario, desde Manaure hasta los confines de la Ciénaga, de modo que si alguien tenía un recado que mandar o un acontecimiento que divulgar, le pagaba dos centavos para que lo incluyera en su repertorio.  Fue así como se enteró Úrsula de la muerte de su madre, por pura casualidad, una noche que escuchaba las canciones con la esperanza de que dijeran algo de su hijo José Arcadio.” De esa manera el Nobel de Aracataca resume la esencia del vallenato en sus orígenes.

Distintos investigadores  coinciden en afirmar que Francisco Moscote nació por allá en 1849, probablemente en la localidad de Tomarrazón; otros dicen que en Galán, en jurisdicción de Riohacha,  en el hogar que fundara José del Carmen Chema Moscote de Armas y Ana Julia Guerra; una familia de esclavos libertos que provenían del primer Palenque que hubo en L Guajira. Dicen las crónicas que Francisco Moscote Guerra o Francisco El Hombre, como se volvió costumbre llamarlo, empezó a ser reconocido a los 10 años por el talento y la destreza que revelaba en el manejo del instrumento llamado acordeón y que apenas estaban conociendo porque acababa de llegar de Europa  a través de los puertos de la península.

El joven Moscote comenzó a “hacerse famoso en las poblaciones del centro y la Alta Guajira  por los versos cadenciosos que utilizaba para llevar recados de vereda en vereda, como todo un juglar”, afirma el investigador Diago. Fue tanta la fama que acumuló que el imaginario popular fue transformando su talento en leyenda o construyendo un mito alrededor de su figura al punto de que se habla de que sostuvo un duelo con el mismo diablo y que ganó gracias al hecho de haber cantado el credo al revés. De esta manera Francisco Moscote se fue consagrando como el primero y más popular acordeonero de la región en la historia de la música vallenata. Su fama de gran acordeonero lo acompañó hasta el final de sus días en la localidad de Macho Bayo, en 1953, a la edad probable de 104 años, dicen algunos cronistas; para otros fue a los 95. Su leyenda ha servido de insignia para inspirar el festival de la música vallenata que ya alcanzó la categoría de patrimonio inmaterial de la Humanidad y que hoy inaugura la versión número 52.