Plegaria en la calamidad | El Nuevo Siglo
Domingo, 22 de Marzo de 2020

Dios de infinita misericordia, Dios del consuelo, dador de todo bien perfecto.

En estas horas de aflicción acudimos a Ti, llenos de confianza.

Recordamos, Señor, cuántas veces has salvado a tu pueblo.

Nuestra memoria agradecida ha visto tu mano salvadora obrando prodigios a favor de todos los hombres y todas las mujeres, que son obra tuya.

Señor, la humanidad está hoy cercana a la cruz de tu hijo Jesús.

Estamos experimentado soledad, angustia, dolor, desamparo, impotencia.

Hoy sentimos los frágiles que somos y lo necesitados que estamos siempre de tu gracia y bendición.

Por eso, Dios y Padre nuestro, nos acogemos a tu infinita misericordia y compasión.

Nos llena de paz el saber que somos hijos tuyos, obra de tus manos, redimidos por la sangre preciosa de tu hijo Jesucristo.

Imploramos de Ti protección y amparo.

Te pedimos la luz del Espíritu Santo para saber vivir este momento de prueba con sabiduría y esperanza.

Inspira en todos nosotros la misma caridad de Cristo para tender la mano a los más débiles.

Concede a toda la humanidad un hondo sentido de conversión para que renazca el deseo de vivir siempre según tu palabra, según tus mandamientos y bienaventuranzas.

Te suplicamos, Señor, que esta prueba no pase en vano.

Danos humildad para reconocer que todo será mejor si lo hacemos según tu voluntad.

No permitas Señor, que, como Adán y Eva, caigamos en la tentación de querer ser como Dios.

Nadie, Señor, que acudió en busca de auxilio en tu Hijo Jesús, salió vacío.

Por eso hoy, con fe y sencillez, imploramos de nuevo para toda la humanidad:

El pan de la Palabra, que oriente nuestro caminar en la dificultad.

El agua de la vida, que sí quita la sed y que nos permitirá seguir marchando como peregrinos de la fe.

La luz de los ojos, que nos permita ver el verdadero Bien, que eres Tú, y el rayo de la esperanza que es tu presencia de buen pastor.

La mano que obra prodigios retornando la salud, consolando al triste, acariciando al decaído, curando las heridas.

Infunde, Señor, un profundo sentido de oración en estos momentos.

Que esta sea la fuente de nuestra fortaleza, de nuestra confianza, de nuestra alegría plena.

Y, a Ti, Santa Madre de Dios y madre nuestra, pedimos tu potente intercesión.

Lleva nuestra oración y súplicas a tu hijo muy amado, Jesucristo, para que, por Él, en el Espíritu Santo, todo se haga presente a los ojos de Dios nuestro Padre, rico en clemencia, compasivo y misericordioso y que vive y reina por todos los siglos. Amén.