¿Amor o amistad? | El Nuevo Siglo
Martes, 25 de Febrero de 2020

A propósito del Día de San Valentín en honor al sacerdote del mismo nombre martirizado un 14 de febrero por desafiar la orden del emperador romano que prohibió la celebración de matrimonios de jóvenes, que según él, los solteros y sin obligaciones eran mejores soldados para la guerra; fecha de tradicional conmemoración en los Estados Unidos y ahora en Colombia, donde a propósito tenemos nuestra propia fecha de amor y amistad en septiembre.

Es oportuno acotar que en la época actual la relación de pareja ha llegado por mutuo acuerdo a un punto intermedio entre el amor y la amistad, quedando cómodamente justificada la practicidad más que el compromiso. 

"Amigos con derechos", se le llama; y ¡todos tan contentos!

Es así como el matrimonio tradicional en el que un hombre y una mujer juraban amarse y respetarse "todos los días de sus vidas... hasta que la muerte los separara", ha pasado a otro plano y con ello el fin primigenio de conformar una familia como "célula fundamental" de la sociedad y el Estado.

En los tiempos modernos, los matrimonios se deshacen tal como se hacen y por cualquier motivo.

La célula familiar, principal componente del tejido social ha mutado, se ha desconfigurado, se ha vuelto otra cosa y con ella la sociedad  misma también se ha deteriorado.

La ceremonia nupcial terminó convertida en un simple trámite notarial a pesar de encontrarse establecido en el Código Civil (113) como “un contrato solemne por el cual un hombre y una mujer se unen con el fin de vivir juntos, procrear, y auxiliarse mutuamente”; condición ahora sujeta a su propia suerte y el rito convertido en un acontecimiento menor ni siquiera de corte social.

Antes, el compromiso de compartir mesa, techo y lecho, procrear, auxiliarse y apoyarse mutuamente, era la base para la consolidación de una familia con el fin de educarla y velar por ella como una contribución a la sociedad.

Pero, en estos tiempos, "el que se aburre se viste y se va", con una frialdad pasmosa, sin importar las consecuencias ni el destino de su pareja ni el de sus propios hijos.

Claro está, que la bendición sacerdotal o el sello notarial no lo aseguraban todo; realmente, la mayor seguridad está en un hogar producto del amor y la confianza. De otra forma los años van pasando y quizás haya que envejecer en medio de la más absoluta soledad.

En consecuencia, los matrimonios van quedando reducidos ni siquiera a lo que diga el papel; por supuesto, aquellos en los que no ha existido ni mucho menos persiste el firme propósito de conservar la relación.

Para no hablar  del "matrimonio" entre parejas del mismo sexo ni mucho menos del llamado "Poliamor", o sea, "relaciones amorosas y/o sexuales, de manera simultánea con varias personas, con consentimiento y conocimiento de todos los involucrados".

Uno y otro, difíciles de comprender por su singularidad y  su razón de ser.