Apetito nuclear | El Nuevo Siglo
Martes, 31 de Enero de 2023

El presidente Emmanuel Macron dijo el otro día que si Rusia atacaba a Ucrania con armas nucleares, Francia no se daría por aludida.

Con pasmosa ingenuidad histórica revestida de egoísmo superfluo, sostuvo que eso «no afectaría los intereses fundamentales de la nación» y que, por ende, no respondería a proporción.

Desconociendo que el ecosistema de seguridad compartida consiste no solo en asistir a los aliados sino también a los asociados, Macron cree que con su francocentrismo puede ignorar las consecuencias continentales de una agresión nuclear, por muy táctica que sea el arma empleada.

Enconchado en una burbuja (de jabón, por supuesto), él se contradice plenamente al hablar más de la cuenta pues, como agregó enseguida, “cuanto menos hablemos de nuestra doctrina de disuasión, más creíbles seremos”.

En efecto, al eliminar expresamente la incertidumbre sobre la respuesta que su país daría en semejante caso, lo único que está logrando es darle luz verde a Putin para que use ese armamento y se ahorre tiempo y recursos en lograr los objetivos estratégicos que persigue.

Para ser exactos, se trata del mismo error estratégico que cometió Biden en enero de este año cuando le dijo al Kremlin que … ¡no sería enfrentado militarmente si invadía a Ucrania!

Y eso fue, precisamente, lo que, ni corto ni perezoso, hizo Putin el 24 de febrero.

En todo caso, vale la pena recordar dos cosas. 

Primero, que si a Rusia se le ocurre usar el arma nuclear, no sería el primer país en usarla.

Sería el segundo, pues, como se sabe, los EEUU descargaron, no una, sino dos bombas, tanto en Hiroshima como en Nagasaki.

¿Por qué lo hicieron?  Justamente, por la misma razón que impulsaría a Putin, hoy: se ahorraron una guerra interminable, isla por isla en el Pacífico, hasta someter a Tokio; y, sobre todo, porque ni su adversario, ni cualquier otro país contaba entonces con el mismo poder destructivo para represaliar.

¿Y qué ganaron?  Nada menos que una victoria rápida, contundente y económica: la rendición de Japón, su reconversión y, como si fuera poco, el mejor aliado geopolítico que hubieran podido imaginar.

En segundo lugar, conviene recordar también que, en octubre del 62, aquí cerquita, en Cuba, las dos superpotencias nucleares, los EEUU y la URSS, estuvieron a punto de enfrentarse directamente, aunque el temor mutuo los condujo a un acuerdo favorable.

Dicho de otro modo, si ese temor no hubiese existido, el apetito insaciable de los imperios habría podido generar un escenario como el que ahora podría darse en Europa del Este.

Escenario sumamente ruinoso si las potencias occidentales continúan con el rabo entre las piernas mientras el sultanismo de Putin hace de las suyas aquí, allá y acullá.

vicentetorrijos.com