Los montoneros conservadores | El Nuevo Siglo
Jueves, 12 de Enero de 2023
  • Patito feo de la coalición petrista
  • Razones a Bolívar para que entienda Santander

 

 

Ha quedado perfectamente claro lo que piensan los voceros políticos del petrismo sobre los congresistas conservadores que, todos a una, hacen parte de la montonera oficialista. En efecto, uno de sus más caracterizados dirigentes, en trance de candidato a la alcaldía de Bogotá y promotor de la llamada ‘primera línea’, además de viejo y fiel intérprete del presidente itinerante, no gusta en general de sus excolegas montoneros del Congreso, pero en mayor medida de los parlamentarios de imperceptible insignia azul para quienes reserva, en sus últimas declaraciones, el peor de los círculos infernales de Dante.

Y estos, ante tan graves inculpaciones, no dicen ni mu, porque a todas luces parecería que se les dificulta sobremanera contradecir a su conspicuo compañero de coalición de que son la vanguardia del clientelismo, no los mueve ninguna ideología salvo la del presupuesto y los contratos, y hacen de la política un simple ejercicio de intermediación personalista que el propio denunciante califica de ampliamente criminosa, por decir lo menos.

Al fin y al cabo, como revela el mismo dirigente del petrismo, los montoneros conservadores fueron materia fácil del más impúdico pragmatismo con el que se fraguó el régimen actual. Con lo cual no se sabe, según decía la extraordinaria feminista mexicana del siglo XVII sor Juana Inés de la Cruz, cuál es peor: si quien peca por la paga o el que paga por pecar.

En todo caso, para no caer en ese círculo pernicioso tuvo la oportunidad el grupo parlamentario antedicho de haber declarado la independencia política, acorde con la ley y la doctrina partidista, en vez de rodar a satisfacción por el abismo de la montonera clientelista, creyendo así que podían camuflarse en la barahúnda y derivar silentemente los réditos del soborno, de otro lado, presentado dizque como una inocente “jugadita” a la que hubo de recurrirse por parte del petrismo, con su jefe a bordo, porque no había forma humana diferente de convencerlos. De modo que, más allá de las sospechas iniciales, hoy queda confirmado a plenitud y sin rectificación alguna que el ingreso de esa bancada al oficialismo gubernamental se debió simple y llanamente a un intercambio espurio y de tracto sucesivo.

Corroborado lo anterior, era entonces falsa de toda falsedad cualquier coincidencia ideológica, aducida tímidamente por ese grupo parlamentario en los furtivos y confusos comunicados de la época, ni muchísimo menos que mediara ningún tipo de acuerdo nacional de alcance programático que llegó a traerse a cuento de esporádica mampara, sino que todo obedecía a esa descomposición política, ahora pública. El resto era puro cuento.

De suyo, sus credenciales parlamentarias no los habilitaban para una conducta de este estilo, puesto que jamás propusieron de frente a sus electores la alternativa presidencial de la izquierda (que desde los paros vandálicos lideraba todas las encuestas) durante la jornada en que fueron elegidos. De haberlo hecho, de cara a la opinión pública, lejos habrían estado de conseguir el favor popular de los conservadores en sana lid democrática. Y eso lo sabían. Ahora son una simple adherencia de aquella coalición, mejor dicho, apéndice incómodo del aparato petrista, todavía más, el patito feo de la montonera general así caminen como los demás patos.

Aun de esta manera, de seguro no habrán de conmoverse los montoneros conservadores, puesto que, siendo el pacto de tracto sucesivo, es decir, por etapas, tendrán el modo de lograr en las dependencias que les fueron otorgadas lo que ahora les corresponde con miras a las elecciones regionales. Por lo tanto, en vez de la rectificación esperada, no les importará mayor cosa ser tratados como símbolo primordial del clientelismo y la corruptela. Mucho menos cuando de por medio todavía está la aprobación del Plan Nacional de Desarrollo, y las adiciones presupuestales anunciadas para legislatura inmediata, plataforma en la que incorporarán sus ingentes necesidades en los rubros a propósito más abstrusos e incomprensibles, con la fluida rúbrica del ministro de Hacienda.

A fin de cuentas, para eso votaron y fueron artífices de la reforma tributaria. No importa, en ese caso, si no son bienvenidos en ninguna parte, ya ni siquiera en las mismas toldas izquierdistas de las que hacen parte, donde esperaban tapete rojo, pero al contrario los han cogido a palos como en los mensajes a Bolívar para que los entienda Santander.

En tanto, seguirán incinerándose, sin reparar en el dantesco espectáculo del que lamentablemente son protagonistas y sin siquiera una voz independiente y sensata que acaso, entre esa montonera trágica, se atreva a salvarlos de la inmolación.