Una nueva conmemoración del golpe de Estado que instaló la dictadura de Augusto Pinochet volvió a acabar en una violenta noche de disturbios que dejaron un policía muerto y 255 detenidos, en una tradición que deja ver la frustración y descontento de la sociedad chilena.
El policía Cristián Martínez murió la madrugada del miércoles por un disparo en el tórax mientras resguardaba un local comercial que intentaba ser saqueado en la población Parinacota, en el norte de Santiago, cuyos habitantes se enfrentaron a tiros con los agentes policiales.
En esta población como en otras de la periferia de Santiago -tal como cada año en esta fecha- manifestantes levantaron barricadas incendiarias, saquearon locales comerciales y se enfrentaron a balazos con la policía, que en gran número resguardó la ciudad durante toda la noche.
En los disturbios fueron quemados parcialmente cinco buses del transporte público y cuatro vehículos particulares. Hubo ataques también a los cables del tendido eléctrico, que dejaron a gran parte de la ciudad a oscuras.
La violenta noche se saldó en total con un policía muerto y otros 20 heridos, un niño baleado y 255 detenidos, de los cuales 83 son menores de edad, según el último balance entregado por la policía.
"Vemos con preocupación la cantidad de jóvenes que ayer salieron a la calle, reflejado en la cantidad de jóvenes detenidos. Yo quiero llamar a la responsabilidad de los padres de estos jóvenes", dijo el subsecretario del Interior, Rodrigo Ubilla.
Según las autoridades, esta última noche marcó "un hito" en cuanto al nivel de violencia, sobre todo por el "uso indiscriminado de armamento".
"Los hechos fueron aislados; sin embargo, fueron violentos, se usaron muchas armas de fuego", dijo el presidente Sebastián Piñera, quien prometió "todo el rigor" de la ley para los responsables del crimen del policía, el segundo que muere en una conmemoración del 11 de septiembre desde 2007.
Transcurridos 39 años desde el golpe de Estado que derrocó el gobierno del socialista Salvador Allende, su conmemoración hoy no estaría ligada a factores ideológicos, sino que dejaría ver la frustración y la rabia en un país que cuenta con una de las mayores desigualdades del planeta, que mantiene a miles viviendo en guetos ubicados en la periferia de Santiago, de acuerdo a expertos.
"Ahora es más bien una expresión del descontento, de frustración y enfrentamiento contra el sistema, que aprovecha la fecha para expresarse", dijo a la AFP Lucía Dammert, analista en seguridad.
"Los que se expresaron este 11 fueron una mezcla de gente descontenta con el sistema, que protesta contra un modelo que consideran no inclusivo, con gente más violenta", agregó.
"El 11 de septiembre para muchos de nosotros es un día triste; fue un momento trágico para Chile, un quiebre institucional. Es impresionante que 39 años después se sigan produciendo incidentes callejeros. Creo que esto refleja las rabias y las rupturas que aún persisten en nuestra sociedad", señaló de su lado el senador socialista, Juan Pablo Letelier, a radio Cooperativa.
Como precaución y prueba de que el 11 de septiembre no es un día normal en Chile, las jornadas laborales se acortan para que los trabajadores puedan llegar temprano a casa y evitar las barricadas y los enfrentamientos.
El comercio cierra también sus puertas al atardecer y colegios y universidades suspenden sus actividades o cierran más temprano sus puertas.
El partido de fútbol entre las selecciones de Chile y Colombia intentó ser aplazado por las autoridades, pero finalmente éste se disputó más temprano para contar con la totalidad de efectivos policiales en las calles.
Más temprano grupos de izquierda rindieron homenaje al presidente Salvador Allende, que murió en medio del alzamiento militar, y a las más de 3.000 víctimas que dejó la dictadura.