Aunque su discurso de austeridad le granjeó descontento e impopularidad en los países del sur de Europa y más de un enfrentamiento con una Francia debilitada por la crisis esa fue la vía que terminó imponiéndose para evitar una debacle en el Viejo Continente y catapultó a Ángela Merkel no como una férrea líder y la v
Contra viento y marea, pero con argumentos sólidos, la cancillera alemana defendió su “hoja de ruta” consistente en que los países debían reducir los gastos y adoptar profundas reformas estructurales. Esa era la única vía para evitar irse al “precipicio” financiero y ahondar la crisis que desde las postrimerías del 2011 se enquistó en Europa.
Fue tal su determinación, empeño y tesón que sin proponérselo “desplazó”o al menos igualó el nivel con su homólogo francés, Francois Hollande en el liderazgo europeo. Meses atrás, Grecia –el primer miembro de la Unión Europea en verse en grave riesgo de quiebra- veía en Hollande a un potencial "Roosevelt europeo" --según una expresión del diario Ta Nea-- capaz de sacar a Europa de la crisis gracias a un plan para relanzar la economía a través de inversiones públicas.
Pero fue finalmente Merkel quien abogó y demostró que la única opción era tijeretazo al gasto y reformas estructurales dolorosas para otorgar salvavidas financieros a países como Grecia y a la vez encauzarlos hacia la reactivación. El temor era que con uno sólo que se fuera a la quiebra se produjera un efecto dominó que diera al traste con el proyecto de unidad comunitaria, aún en construcción después de décadas de fallidos intentos.
Mientras tanto, Francia seguía inmersa en un debate nacional para votar el tratado europeo de disciplina presupuestaria, a destiempo con relación a sus principales socios europeos.
Merkle, huésped habitual de las primeras planas en la prensa internacional, acechada por sus declaraciones capaces de mover los mercados, está convirtiendo a Berlín en la nueva capital de Europa.
"Berlín es la nueva Bruselas", afirma Ulrike Guerot, del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, destacando en contraste la debilidad de París.
"Todavía no tenemos señales de que Hollande sepa lo que quiere, que sepa gobernar, de que se va a convertir en un nuevo Mitterrand, si es que está a la altura", comenta Guerot, señalando esas carencias como un riesgo para Alemania "que no busca estar en esa posición (dominante) y que no está acostumbrada a ello".
Las manifestaciones violentas que se registraron en Atenas y Portugal por las visitas de Merkel pusieron en evidencia el peso de la historia, que busca limitar toda afirmación de liderazgo germánico pero que obviamente no puede desconocerse
Guerot reconoce sin embargo que el presidente francés "supo orquestar una resistencia del Sur contra Merkel" y que, a pesar de su peso económico y político, Alemania no podría afrontar sola una coalición de sus principales socios europeos. El equilibrio de poderes en Europa sigue siendo un tema complicado.
Jean-Dominique Giuliani, presidente de la Fundación Robert Schuman, con sede en Bruselas, dice que nunca creyó en la interpretación de la cumbre europea de fines de junio según la cual Hollande habría logrado doblegar a Alemania con la ayuda de España e Italia.
Según Giuliani, "la influencia de Merkel pudo desplegarse a expensas de un repliegue relativo de Francia". "Hollande no parece darse por enterado" de que Europa "está basada en la pareja franco-alemana" y actualmente "se mantiene al margen", aunque "es una falta de práctica que va a corregirse" con el tiempo, afirma.
El italiano Michele Comelli, experto en cuestiones europeas del Instituto de Asuntos Internacionales (IAI), estima que "el público en general percibe cada vez más a Angela Merkel como la figura clave en la toma de decisiones" a nivel europeo. "La relación de igual a igual instaurada al principio (por Hollande) está desapareciendo", agrega.
España e Italia pueden hallar en Hollande "un respaldo importante sobre ciertas cuestiones, como los eurobonos o el crecimiento, pero Francia tiene sus propios problemas y no existe una identidad completa de puntos de vista entre los tres países", analiza Comelli.
La canciller alemana se beneficia además de la predominancia conservadora en Europa a la hora de promover sus puntos de vista, aunque tenga a veces que afrontar a una parte de la opinión pública, como durante su pasada visita a Atenas.
"La decisión de Merkel de ir a un país donde buena parte de la población la considera persona non grata es una clara señal de que Berlín está determinado a imponer su óptica de austeridad al resto del continente", analiza por su parte George Gilson, especialista en cuestiones europeas del semanario anglófono Athens News.
Pero la cancillera alemana no destaca el liderazgo de su país sino que pone énfasis en la unidad europea.
Prueba de ello fue el discurso que en días pasados pronunció en Berlín con motivo del 30 aniversario de la llegada al poder de su mentor político, Helmut Kohl y cuyos pasos quiere seguir en el sentido de consolidar la unificación, ya no alemana, sino del Viejo Continente
"Para nuestra felicidad, los europeos estamos unidos, y gran parte de esta felicidad se la debemos a Helmut Kohl", declaró la canciller Merkel, que glosó las principales etapas de su carrera política y su historia común.
Merkel creció en la RDA comunista, y aprendió a hacer política a la sombra de Helmut Kohl, canciller primero de la RFA y luego de la Alemania reunificada, quien le confió su primera cartera ministerial.
"Los Estados de la Unión Europea están construyendo actualmente una comunidad de destino, unidos por la paz, la libertad y el bienestar en Europa", declaró Merkel, cuya política europea es criticada incluso en las filas de su partido. "El nombre de Helmut Kohl es inseparable" de esa historia, apostilló.
"Nosotros, en el gobierno federal, seguiremos haciendo todo lo que hay que hacer para que el euro se mantenga estable", prosiguió la canciller, inscribiéndose en la línea de su mentor, e insistiendo: "Europa es nuestro destino y nuestro futuro".
Expresándose con dificultad, a causa de un accidente vascular que le paralizó parte de la mandíbula, Helmut Kohl, de 82 años de edad y en silla de ruedas desde hace varios, habló unos minutos, en los que afirmó que "Europa no debe conocer más la guerra".
"Queremos seguir construyendo la unidad de Europa", añadió.
Helmut Kohl inició el 1 de octubre de 1982 dieciséis años de poder en los que Alemania recobró su unidad después de décadas de partición y entró en el euro.
Y pese a las críticas tanto internas como externas por su plan de rigidez presupuestaria y austeridad para sortear la crisis financiera del continente, Merkel fue “ungida” nuevamente por su partido, la Unión Cristiana Demócrata (CDU) para aspirar a un nuevo mandato en las legislativas de septiembre de 2013.
Así, con un aplastante apoyo (98%) de sus copartidarios conservadores, Merkel se enfrasca en una campaña política, cuyo eje será proteger a Alemania de la crisis que azota a Europa y coadyuvar a que el continente la supere.
Segura de que ha hecho bien la tarea y así lo hizo público al señalar que “este gobierno es el mejor gobierno federal desde la Reunificación" en 1990, y admitiendo que es blanco de críticas, la dirigente conservadora renovó su compromiso por reactivar el crecimiento económico -que no será el proyectado.
"Hemos sacado a Alemania de la crisis más fuerte de lo que estaba cuando entró en ella", destacó. Sin embargo, "la crisis no se puede resolver en una noche, ya que no se produjo en una noche", aseguró.
Merkel no desaprovechó esa ocasión para enfatizar que "mientras otros países de Europa están en recesión, nosotros somos el motor del crecimiento en Europa"
Es por las anteriores razones que la dirigente alemana se ha convertido en La Voz Europa/EL NUEVO SIGLO - AFP