Ángela Merkel | El Nuevo Siglo
Domingo, 13 de Septiembre de 2015

Que gran parte de las decisiones de la Unión Europea las marca lo que piense y haga la jefe del gobierno alemán, Ángela Merkel, no es ninguna novedad. En el pulso que el gobierno populista griego de Alexis Tsipras le planteó al bloque comunitario fue evidente que, al final, el criterio de Berlín se terminó imponiendo, forzando a Atenas a aceptar no sólo el plan de ajuste sino a comprometerse con el cronograma de pagos de sus deudas a la banca europea, pues de lo contrario no habría recibido podido el tercer salvavidas financiero.

El liderazgo de Merkel en esta negociación generó reacciones encontradas. Muchos respaldaron la exigencia de la disciplina fiscal a los gobiernos populistas para que eviten dilapidar sus recursos y llevar a la población a la quiebra. Pero otros criticaron su férrea postura ante la problemática del estado heleno e incluso se le señaló como una nueva “dama de hierro”, tan inflexible como ‘descorazonada’.

Hoy por hoy, paradójicamente, Merkel está considerada como la abanderada de la causa de los emigrantes ilegales que en el último mes han flanqueado casi todas las fronteras de la Unión Europea.

Contrario a varios gobiernos del bloque comunitario que consideran que debe darse un trato humanitario de emergencia pero luego deportarse a los más de 140 mil inmigrantes ilegales que han llegado en el último mes por las aguas del Mediterráneo o la región de los Balcanes, provenientes de países del norte africano, así como de Siria, Irak o Afganistán, Alemania está liderando una estrategia de la Unión Europea dirigida a acoger a esos miles de desesperados que huyen de la guerra y la hambruna en sus respectivas naciones de origen.

Merkel ha reclamado un "reparto obligatorio" de los refugiados entre todos los países de la UE. "Necesitamos solidaridad en Europa", insistió. "Si Europa fracasa en materia de refugiados, dañaremos uno de los elementos fundadores de Europa, el vínculo estrecho con los derechos fundamentales", añadió. 

"Lo que vivimos ahora es algo que nos seguirá ocupando los próximos años, nos cambiará, y queremos que el cambio sea positivo y pensamos que podemos lograrlo", declaró.

De allí que hoy Alemania ya haya acogido a 450.000 refugiados en 2015 y prevé alcanzar la cifra de 800.000 antes del final de año, lo que lo convierte en el país más abierto de Europa.

Un sentimiento que Merkel ha logrado transmitir a sus gobernados. Frente a las agresiones y resistencia que se presenta en otros países a los emigrantes ilegales, los teutones salen a las calles con alimentos y cobijas para prestarles auxilios y acogerlos.

Días atrás, por ejemplo, Fráncfort conmovió al país gracias a los centenares de personas que fueron a la estación de ferrocarril para acoger a los refugiados con botellas de agua, ropa o peluches para los niños. Igualmente la policía de Múnich pidió a los habitantes que dejaran de hacer donativos, debido a la cantidad de contribuciones recibidas. 

La asociación "Flüchtlinge Willkommen" ("Bienvenida a los refugiados") sugiere incluso que los alemanes los alberguen en sus casas. Y uno de cada cinco alemanes ya ayudó a los refugiados de una manera u otra, según un sondeo.

Este arrebato solidario impresiona en un país donde la opinión pública sigue mayoritariamente opuesta a una reducción de la deuda griega.

Incluso, a la salida de un centro de acogida de refugiados, Ramadan Salah esgrime con orgullo su teléfono celular y el selfie que se tomó con la canciller alemana y afirma sonriente: "Es como una madre para nosotros".

Albergado en ese refugio del barrio de Spandau en Berlín, este kurdo de Siria que huye de la guerra no duda en declarar su afecto por la dirigente alemana que se volvió en las últimas semanas ferviente defensora de recibir a los sirios en una Unión Europea ampliamente reticente a acoger inmigrantes.

/EL NUEVO SIGLO-AFP