Jaurías de perros dan cuenta que los animales también sufren por la crisis que obliga a los urgidos migrantes venezolanos a dejar su hogar
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“Me dejaron una caja en la puerta de mi casa y se escuchaba el llanto de unos perritos con la mamá ya muerta dentro”. Así comenzó el relato de Ana María Bernal, una madre, que el estar sola -ya que sus hijos migraron a Colombia, Argentina y España- decidió hacerse cargo hasta la fecha de al menos 48 perritos.
Era lunes cuando su hijo más pequeño (18 años), Cristian Bernal, decidió irse a probar suerte en Buenos Aires, y como se iba con su novia le pidió el favor a su mamá de que cuidara de Sultán, un perro callejero que habían adoptado no hacía mucho tiempo pero que no quería dejar de nuevo en las áridas y hoy llenas de basura aceras del oeste de Caracas.
“Él, Sultán, fue el comienzo de todo, él me da la compañía que necesito hoy que mis hijos se fueron a hacer sus vidas. Cuento con ellos y con todos los que me quieren ayudar para darles de comer y de beber tanto a él como a sus amigos. Cada día llegan más pero hasta ahora tengo 48 ‘amiguitos’ en casa”, reseñó la señora Bernal a EL NUEVO SIGLO.
Según esta madre de tres, a la semana de estar sola salió con Sultán por la Av. Lecuna (Centro-Oeste de Caracas) y vio una “jauría de perros persiguiendo al camión de la basura y comiendo lo que el muchacho les tiraba desde arriba”.
“Eso parecía una manada, eran como 30 perros, y ahí no solo había callejeros, al menos vi cinco rottweiler y muchos poodle, también vi Golden (Retriever) y de esos que parecen lobos. Aún casi todos tenían sus collares con sus nombres y me pareció que lo que buscaban era comida y yo podía dárselas, con lo que me enviaban mis dos hijos mayores me daba para estar tranquila y si podía ayudar a estos perritos que no tienen familia por qué no hacerlo”, dijo.
De esa manada hoy en su casa viven 10. “Al menos 10 de esos los acogí, pero ellos más que vivir aquí lo que hacen es pasar a comer y a dormir, porque no los dejo encerrados, me pasó que les cerré le puerta y se pusieron agresivos, así que los dejo comer tranquilos y con la puerta abierta para que puedan entrar y salir a sus anchas”.
“La primera vez, cuando vi que el camión de la basura venía, les puse comida y agua afuera de la casa, y se quedaron varios; luego fui al basurero que me queda en la esquina y les di de comer a dos que estaban ahí y se vinieron conmigo, y así hago siempre que puedo”, explicó.
Asimismo comenta que “no quiero plata de nadie porque eso se presta para malos entendidos, no soy un refugio para perros, solo los ayudo cuando puedo, y cuando no tengo comida qué darles, simplemente les ofrezco un techo para que no pasen frío en la calle”.
“Ayer conté 48 perros aquí, la sala y el patio se los dejé a ellos, la señora de al lado, mi vecina, con su hermana -ambas ya adultas mayores-, me ayudan a limpiar cuando los perros no están, porque les dan miedo. A ellas también se les fueron sus hijos y siempre nos juntamos aquí en la casa para no estar solas”, afirmó la Sra. Bernal.
“Llegamos a tener 200 animales”
En los últimos 10 años son al menos 52 de las ONG, refugios o centros de ayuda que se han constituido en toda Venezuela para rescatar a las mascotas que han sido dejadas atrás por sus dueños. Una de ellas es Famproa (Fundación de Amigos Protectora de Animales), ubicada en Los Teques, capital del estado Miranda, con la cual EL NUEVO SIGLO pudo hablar desde Bogotá.
“Éramos un grupo de amigos que nos la pasábamos rescatando y dándoles comida a animales en donde vivíamos y donde trabajábamos, y un día decidimos hacer una fundación (…) de hecho no nos imaginábamos como una organización sino que los rescatábamos, los llevábamos para nuestras casas mientras se curaban y así…, pero se nos presentó un problema porque ya eran muchos” y por medio de amistades consiguieron un lugar abandonado para poder organizarse y atenderlos mejor, comentó María Arteaga, líder de este grupo de personas.
Esta protectora de animales explica que hay semanas en las que llegaban “en una caja metidos 10, 15 cachorros, con cuatro o cinco adultos (…) nosotros llegamos a tener 200 animales”.
Así como Famproa, ONG Animales sin Nombre, Asociación Animales sin Amor, Pets Lover Venezuela, Fundación Esperanza Animal, Fundación Peludos Protegidos, SOS Peludos Venezuela, Cambiamos Vidas, SOS Patitas y Ángeles de Cuatro Patas son algunas de las organizaciones que hoy trabajan en el país vecino para rescatar a esos amiguitos que se han dejado atrás.
La tristeza que deja en una familia una mascota al desaparecer y el vacío que se siente en el hogar una vez no se escuchan los ladridos o el ronroneo de estos animales que elegimos como compañía aparentemente ya no forma parte de la idiosincrasia venezolana.
Hoy ya son muchas las historias, aunque lamentablemente se quedan en las sombras, de mascotas que son dejadas en las calles e incluso en casas abandonadas por la masiva migración de venezolanos, unos que no saben cómo hacer para llevarse a sus más leales compañeros a sus países receptores o no tienen el dinero para esto y los dejan a la intemperie, solos, sin alimento y sin alguien que vele por ellos.
“Esta situación me hace llorar. Hace no mucho me dejaron una caja en la puerta de mi casa y se escuchaba el llanto de unos perritos con la mamá ya muerta dentro (…) eso hizo que quisiera hacer esto el resto de mi vida (…) jamás los abandonaré”, concluyó Ana María Bernal.