Comienzan los días tradicionales de las novenas de aguinaldos y la celebración de la Navidad, sirva la ocasión para desear a todos los amables lectores, unas felices fiestas y un 2019 lleno de grandes éxitos; pero sirva también para intentar generar algo de conciencia sobre nuestra solidaridad para con el planeta en estos tiempos.
Lejos están ya los días en que se hacían paseos familiares para recoger el musgo de los pesebres y en que se cortaban árboles o chamizos en nuestros bosques y páramos, con el fin primordial de adornar el tradicional árbol de Navidad; genera nostalgia recordar las novenas en las que se competía por el pesebre más grande y con más musgo y por el árbol más grande y más adornado del vecindario, las creencias religiosas pasaban a segundo plano y en general todo era una fiesta.
En buena hora se terminó este tipo de depredación de nuestra ecología y se reemplazó por adornos producidos industrialmente y que en teoría no afectan nuestro planeta, y digo en teoría porque muchos de ellos utilizan materiales que aún hoy producen un inmenso daño ecológico colateral; lo lamentable es que poco a poco esta depredación va siendo reemplazada por otro tipo de depredaciones quizá más dañinas y de mayor impacto para la supervivencia del ser humano en este planeta.
La obligación social de dar y recibir regalos de parte de los parientes, conocidos y amigos genera una espiral de consumo de elementos que la gran mayoría de las veces acaban no siendo útiles o del gusto de quienes los reciben, lo cual aumenta las posibilidades de que pasen a engrosar los cúmulos de residuos que invaden los rellenos sanitarios, con las consecuencias ya conocidas por todos; pero el problema va más allá, los regalos deberán ir contenidos en vistosos empaques navideños hechos de papel y teñidos con brillantes colores, los cuales las más de veces no son de origen vegetal. El papel en términos generales, causa severos deterioros al ambiente pues significa la tala de árboles y los tintes contienen, también en general, elementos contaminantes que perjudican, no solo a la naturaleza, sino también a los seres humanos.
Capítulo especial merece la baja conciencia ambiental de los productores y fabricantes de diferentes tipos de artículos que, en un ánimo de aumentar el consumo, trabajan sobre parámetros de obsolescencia programada obligando a la reposición cada vez más corta de los productos; esta práctica que debería ser considerada como un crimen contra la humanidad es hoy por hoy regla general en el mercado.
De otra parte la necesidad de desplazarse genera unos trancones de tráfico que triplican los tiempos normales de desplazamiento con las consecuencias propias de tener más vehículos emitiendo gases y el aumento consecuente de los gases de efecto invernadero producidos por este motivo; no conozco medidas gubernamentales para compensar la emisión de dichos gases; sin contar con que aunque el uso de la pólvora está prohibido, se ve en todo el país un incumplimiento total de dicha norma y esto nos obliga a cargar con una mayor afectación en términos de contaminación.
Por último resta decir que en solamente la ciudad de Bogotá se calcula que para 2017 se multiplicó la generación promedio de residuos del año por 1,27 para estas fiestas, esto es un número exagerado si además se tiene en cuenta que la población de la ciudad tiende a disminuir entre el 25 de diciembre y el 7 de enero.
Les deseo entonces una feliz navidad y un próspero 2019 pero sugiero tener también un desarrollo de la conciencia ambiental que mitigue el daño que estamos causando permita una feliz Navidad al planeta.
@alvaro080255