EN varias ocasiones me he referido en estas líneas al carácter social que tienen en general los asuntos ambientales, carácter que en diversos momentos han llegado a primar sobre los aspectos técnicos de los mismos y que en estos tiempos ha permeado la justicia en forma notoria y perjudicando inclusive las posibilidades de subsistencia y supervivencia de algunos seres humanos.
Se ha venido desarrollando, no solo en Colombia, una especie de ola verde que pretende hacer primar la supervivencia del planeta mismo, visto como el conjunto de sus ecosistemas, sobre la supervivencia misma de la especie humana; esto ha derivado en posiciones ultra conservacionistas y en la apropiación de las mismas por parte de conglomerados políticos, sin el completo conocimiento de los aspectos técnicos y con el único fin de obtener adeptos. De esta manera las posturas animalistas y conservacionistas están moviendo masas para obtener votaciones que pretenden “proteger” los ecosistemas generando quizá daños mucho mayores que unas buenas intervenciones controladas.
En alguna ocasión escuche la frase de Al Gore que rezaba “No existe ecosistema que resista la pobreza”; pues bien, esta frase llevada a los momentos que se viven actualmente en el país bien podría leerse como: Si seguimos impidiendo el uso adecuado de los recursos naturales para la generación de empleos dignos y con la debida protección a los ecosistemas, llevaremos a comunidades enteras a la pobreza y generaremos presiones desastrosas sobre nuestro planeta, así terminaremos por deteriorarlo aún más de lo que se quiso evitar impidiendo su uso.
Hemos visto como en diversos municipios se han llevado a cabo consultas sobre el establecimiento de la minería y de la exploración y extracción de hidrocarburos, pero no hemos visto ningún proyecto que compense la ausencia de los empleos que esto genera y si, en cambio, hemos visto aumentos graves de la tasa de desempleo de la mayoría de los municipios que van teniendo tiempo con la decisión tomada; el problema comienza entonces a detonar pequeñas minerías artesanales e ilegales sin un control fácil y posible, y si con la generación de desorden y de aprovechamiento indebido de la mano de obra. Muchos de los perjudicados por la medida votaron a favor de ella, de buena fe pero engañados con el falso dilema de si “agua o minería” y digo falso porque en muchos países del mundo se ha podido establecer minería siendo a su vez ejemplo en el cuidado ambiental; muchos municipios mineros importantes del mundo están certificados con sellos verdes internacionales.
En el año 2015 la Honorable Corte Constitucional expide su sentencia 606 en la que prohíbe a un conglomerado de pescadores provenientes de familias, con tradición más que centenaria, la pesca de subsistencia, ordenando a la gobernación del Magdalena que otorgue posibilidades de empleo para estas personas y que prohíba cualquier tipo de pesca en estos terrenos; desconoce la CC que el hombre en sí mismo, es un eslabón más entre las especies de la naturaleza y que el quitar de algún sitio un depredador natural, terminará por afectar negativamente el conjunto natural del ecosistema.
El asunto entonces está en lograr el justo medio entre la explotación y el aprovechamiento de los ecosistemas y la preservación de los mismos, está en permitir el desarrollo pero garantizar su mantenimiento dentro de los límites que garanticen la resiliencia de los ecosistemas intervenidos, en generar empleo y riqueza y destinar algunos de esos recursos al cuidado de todos los ecosistemas, en fortalecer el control ambiental y en permitir el desarrollo sostenible. Es decir lo que los sabios dichos de los viejitos decían:” Ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre”
@alvaro080255