La Estación Espacial Internacional (ISS) ha vivido momentos difíciles en los últimos meses, con el lanzamiento fallido de un cohete tripulado y la fuga en una cápsula. Este martes se cumplen 20 años del inicio de su construcción, cuando posiblemente está entrando en la recta final de su vida útil.
El 20 de noviembre de 1998 se lanzó al espacio el primer módulo de la ISS, "Sarja". Desde entonces la estación creció hasta convertirse en una instalación casi tan grande como un campo de fútbol.
"Es la máquina más compleja, valiosa e increíble que ha construido jamás la humanidad", tuiteó hace poco el actual comandante de la ISS, el astronauta alemán Alexander Gerst. Desde el año 2000 astronautas de varios países realizan allí sus experimentos, a 400 kilómetros sobre la Tierra.
El entonces presidente estadounidense Ronald Reagan encargó en 1984 a la agencia espacial estadounidense (NASA) que desarrollase una estación espacial tripulada. Al poco tiempo, los estadounidenses pidieron a los europeos que participasen en el proyecto, entre otras cosas para evitar que trabajasen en su propia estación.
Tras la caída de la Unión Soviética, en 1990 surgió la idea (no del todo altruista) de que sumar también a los rusos. Se trataba de una cooperación con muchas ventajas, sobre todo para el entendimiento de los pueblos tras la Guerra Fría, pero también con algunos inconvenientes. Como que la ISS acabó siendo una estación mayor de lo previsto inicialmente y de lo necesario.
La gran mayoría de las partes que componen la ISS proceden de Estados Unidos y Rusia, aunque desde 2008 cuenta también con un sector europeo gracias al laboratorio de investigación Colombus, fabricado en Alemania e Italia.
La ISS no es precisamente una casa cómoda. Cuando la tripulación está al completo apenas hay privacidad y las comidas especialmente preparadas vienen en bolsas. Lavarse en medio de cables y computadoras es también algo complicado, como han documentado a menudo los astronautas. Y se destina mucho tiempo al mantenimiento y limpieza de los aparatos.
Buena parte del trabajo de los astronautas es realizar experimentos. La mitad de ellos están relacionados con los efectos de la falta de gravedad en los humanos y los materiales orgánicos. También hay proyectos en investigación de materiales, de física o química.
Pero a muchos expertos no les impresionan los resultados obtenidos hasta ahora en la ISS. "Hay algunos proyectos fantásticos pero en comparación con el gasto total es demasiado poco", apuntó Johannes Weyer, profesor de Sociología de la Tecnología en la Universidad Técnica de Dortmud (Alemania).
Actualmente hay muchas especulaciones sobre el estado de la ISS, motivadas entre otras cosas por la escasa información que proporcionan la ISS y la agencia rusa, Roscosmos.
A pesar de que su equipación se ha actualizado, la ISS parece haberse deteriorado a lo largo de los años, también en su parte externa. Los impactos han provocado pequeñas abolladuras y en algunas ocasiones la ISS tuvo incluso que modificar su trayectoria para evitar ser alcanzada por basura espacial. Una vez, una pequeña esquirla alcanzó una vela solar desplegable.
Este tipo de incidentes no puso hasta ahora nunca en grave peligro a la tripulación. Pero sí podrían influir en el futuro de la ISS dos recientes episodios que todavía no han sido aclarados al detalle.
En agosto una fuga en una cápsula "Soyuz" rusa provocó un descenso de la presión en la ISS y desde entonces hay todo tipo de especulaciones sobre los posibles motivos. ¿Fue una chapuza, sabotaje o simplemente mala suerte?
Pocas semanas después se produjo un incidente grave, con el lanzamiento fallido de un cohete "Soyuz" tripulado en el que afortunadamente los astronautas se salvaron. De nuevo volvieron a surgir dudas en todo el mundo sobre la seguridad del proyecto. Las naves rusas "Soyuz" son actualmente las únicas que llevan astronautas a la ISS, después de Estados Unidos pusiera fin a su programa de trasbordadores espaciales.
Hay quienes critican que la ISS es el edificio más caro del mundo. Según los cálculos, desde 1998 los costes totales ascenderían a más de 100.000 millones de dólares (87.500 millones de euros), aunque los países que participan en la ISS no dan cifras detalladas. Según algunas informaciones, tan sólo Estados Unidos destina más de 3.000 millones de dólares cada año al proyecto.
La Agencia Espacial Europea (ESA) invirtió hasta el momento 10.000 millones de euros en la ISS, 4.000 de ellos en el desarrollo y 6.000 en las operaciones entre 2008 y 2018. Los miembros de la ESA que más fondos aportan a la estación son Alemania, Italia y Francia.
El funcionamiento de la ISS está garantizado por el momento hasta 2024 y la ESA considera posible que los países prolonguen el proyecto hasta 2028. Pero el Gobierno del estadounidense Donald Trump quiere hacer recortes e impulsar una privatización.
El director de la ESA, Jan Wörner, no cree que las empresas vayan a participar, pues el mantenimiento total de la ISSes demasiado caro. Si nadie estuviera interesado en seguir utilizando la estación, el coloso de 450 toneladas se estrellaría de forma controlada y gradual el Pacífico, como ya pasó antes con su predecesora rusa, la Mir.
Una posible sucesora de la ISS sería Deep Space Gateway (DSG), una estación espacial que se instalaría cerca de la Luna y seguramente estaría liderada por Estados Unidos.
No sería sin embargo un símbolo de entendimiento entre pueblos ya que no es de esperar que los chinos vayan a participar en ella. Pekín quiere poner en funcionamiento su propia estación espacial en 2022.
"Creo que los chinos son reticentes porque quieren entrar fuerte con su siguiente proyecto: el aterrizaje en la Luna", afirma Ernst Messerschmid, experto en astronáutica de la Universidad de Stuttgart.
Para China, como para las otras naciones, se trata de simbolismo."Se trata de ser 'importante en el espacio', líder", apunta Messerschmid. "La navegación espacial siempre es una muestra de la técnica y el desarrollo científico de un país".
Los programas espaciales son un buen método para que las superpotencias prueben su tecnología misilística sin tener que librar guerras, explica Weyer. Desde el espacio se puede observar a los enemigos y vigilar las comunicaciones globales, afirma. "Quien puede controlar las cosas allí arriba tiene poder aquí en la Tierra".